Iba paseando con la mirada a ninguna parte. Mi mente era un torbellino que no me permitía darme cuenta de lo que giraba a mi alrededor. De pronto, una voz conocida y muy dulce a la vez, me llamó la atención e hizo que esos pensamientos se esfumaran de un plumazo.
¡No me lo podía creer! Era Sandra, una muy buena y bella amiga que hacía un montón de tiempo que no veía. Me hizo tanta ilusión volver a verla, que ya no me acordaba de ese torbellino de pensamientos. Empezamos a hablar y quedamos seguir con la puesta al día de cada uno en una cafetería; los dos tranquilos y con una sonrisa de oreja a oreja, felices los dos de volver a vernos.
Así, procedimos a ir a esa cafetería y empezamos a contarnos de nosotros, de cómo nos había ido la vida hasta ese momento. Sandra me contó que estuvo viviendo en pareja con un chico pero que lo dejaron por incompatibilidad de caracteres y de intereses, y que ahora no estaba con nadie: sólo con ella misma. Así tenía tiempo de dedicarse más tiempo a sí misma y de conocerse mejor, así como conocer a más personas y dedicar tiempo también a sus amigos más incondicionales y afines, como yo lo soy, según Sandra, lo cual me alegra profundamente después de tantos años. Y le doy un beso entre labios y mejilla.
Ella me sonríe dulcemente y yo, un poco sonrojado por la situación, le pido disculpas por entrarle así después de tantos años sin vernos. Me contesta que no pasa nada, que ha estado muy bien y que me lo agradece dándome un beso en los labios. Y en ese momento se acerca la camarera de la cafetería para tomarnos nota de lo que vamos a tomar. Sandra se pide un café con leche en vaso y un cruasán y yo sólo un café con bebida de avena en vaso también, pues la leche no le sienta muy bien a mi organismo.
Y puestos a ponernos al día, cuando terminamos de la cafetería y de contarle que también estuve viviendo en pareja varios años, quedamos en profundizar más en nuestro reencuentro y quedamos en alquilar una habitación compartida en un pequeño y discreto hotel de la zona, un poco apartado de la localidad. Así estaremos más tranquilos y relajados en nuestra puesta al día tras varios años sin vernos. Así que, tras alquilar la habitación, cerramos las puertas del exterior y abrimos las de nuestro interior para dar rienda suelta a nuestro amor sin que nadie nos moleste.
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