La polémica que se ha reavivado en los últimos meses sobre el escritor Neil Gaiman, autor de Sandman, Coraline, entre muchos otros libros, acusado de abuso sexual a varias mujeres según se detalla en un artículo de New York Magazine1 ha tenido una amplia repercusión en medios angloparlantes y nos ha llegado hasta medios en nuestro idioma.
Y ha reescalado luego de que el autor publicara en su sitio web un comunicado de defensa2 que ha indignado a varios, junto con la aparente tibieza con que el mundo literario ha enfrentado el escándalo (denunciado por algunos autores como J.K. Rowling, Jeff VanderMeer, Maureen Johnson y Naomi Alderman).
Independientemente de si las alegaciones son ciertas o no (es un tema que resolverá la justicia, -esperamos-), llama la atención el estado de estupor, incredulidad y rabiosa indignación que la situación ha causado entre los lectores de Gaiman. Tanta es esta indignación que cuando alguien ha sugerido, en aras de preservar el trabajo literario, separar la obra del autor, algunos lectores lo han tomado como una ofensa y una declaración de complicidad.
Pero ante esto, uno se pregunta ¿se puede realmente separar la obra del autor? Cuando hay distancia en el tiempo, la geografía y los temas parecen mucho más sencillos. Después de todo no nos indignamos demasiado con el Marqués de Sade, del cual nos separa un océano, algunos siglos y cuya biografía es consecuente con su obra. Fue un ser malvado, sí, pero ya vive en el pasado y eso nos permite asomarnos a su obra y considerarla objetivamente para descubrir su valor literario y aún filosófico.
También es cierto que cuando la vida del autor es consecuente con lo que refleja en sus obras, es mucho más sencillo leerlos de manera menos culposa. Hay en la historia de la literatura una muy interesante lista de autores villanescos, macabros, extravagantes y seriamente dañados: Louis-Ferdinand Céline, Edgar Allan Poe, H.P. Lovecraft, Charles Bukowski, François Villon vienen a la memoria sin mucho esfuerzo. Sus vidas fueron en buena medida tan oscuras como su obra, así que podemos enfocarnos en la materia literaria y dejar su vida fuera, -apenas como referencia en algún estudio-.
En cambio, cuando el autor de una obra exquisita, optimista, confortable, se le descubre un aspecto oscuro y quizá malvado, el escándalo es mucho mayor. Algunos, como el poeta Pablo Neruda, se convierten en tema de controversia muchos años después de su muerte. En su caso, un pequeño párrafo de sus memorias:
«Una mañana, decidido a todo, la tomé fuertemente de la muñeca y la miré cara a cara. No había idioma alguno en el que pudiera hablarle. Se dejó conducir por mí sin una sonrisa y pronto estuvo desnuda sobre mi cama. Su delgadísima cintura, sus plenas caderas, las desbordantes copas de sus senos, la hacían igual a las milenarias esculturas del sur de la India. El encuentro fue el de un hombre con una estatua. Permaneció todo el tiempo con los ojos abiertos, impasible. Hacía bien en despreciarme. No se repitió la experiencia»3.
Confiesa, pues, de manera casual, una violación cometida durante su juventud a una empleada tamil durante su estancia como cónsul en Colombo (Sri Lanka) y que fue revisitado en el año 2018, generando un escándalo mucho mayor que cuando se publicaron sus memorias por primera vez. Y de allí salieron a la luz muchos otros aspectos incómodos de la vida del Premio Nobel4. Para algunos no había disculpa alguna: condenaron la obra junto con el autor. Para otros, vista la distancia del hecho, les fue sencillo seguir disfrutando de su poesía obviando estos elementos grotescos de su vida, aunque existiera una enorme disonancia entre su obra y algunos hechos de su vida.
La escritora canadiense Alice Munro también fue objeto de debate y controversia poco después de su muerte, cuando en un artículo publicado por The Toronto Star, su hija menor Andrea Robin Skinner describió los abusos que recibió de su padrastro (esposo de Alice Munro) y cómo ésta lo defendió y encubrió, a pesar de saber lo que estaba sucediendo bajo su propio techo5. Para algunos era una polémica estéril y sin sentido, para otros era una simple petición de justicia. En ese caso, también surgieron voces pidiendo separar la obra del autor para preservar el legado literario. No es sencillo en ocasiones, al parecer.
Lo cierto es que muchos lectores de Neil Gaiman se sienten indignados, ofendidos y sobre todo traicionados. La obra de este autor, magnífico en muchas maneras, se había convertido en parte importante de la vida de muchas personas. Aunque narrara eventos oscuros o violentos, su tono y enfoque siempre era optimista, confortador, benevolente. Y lo que se conocía de su vida se alineaba con esta obra: era activista, siempre tenía algo que decir en favor de ciertas causas y hasta ahora no se había visto envuelto en ninguna polémica grave. No fue nunca un Enfant Terrible que escandalizara a todos, ni que fuera ofensivo, o peleara con otros. Descubrir que bajo esa fachada de «buen muchacho» se ocultaba un depredador sexual abusivo, ha sido todo un choque mental y emocional. Como encontrarse con un Doctor Jekyll/Mister Hyde de la vida real. De allí que se hayan propuesto relecturas de sus obras buscando indicios, pistas dejadas en las letras de su «verdadera» persona.
Entonces ¿se puede separar la obra del autor?, en algunas ocasiones, sí. Bajo ciertas condiciones, quizá. Pero a veces se hace muy cuesta arriba, cuando el lector se siente traicionado por el escritor, cuando encontramos oscuridad en quien siempre hemos visto como ejemplo de delicadeza y belleza.
Uno de los deberes del escritor, -de cada escritor-, es la honestidad. La honestidad intelectual, la honestidad moral. De nada sirve esconder cadáveres bajo el suelo de la sala, venderte falsamente como lo que no eres. Tarde o temprano habrá un corazón delator, una casualidad reveladora que hará que el mundo se sienta en el deber de juzgar la vida del autor. Unas veces luego de pasar a otra vida, tiñendo su legado de duda, y otras veces… Otras veces saldrá la verdad en el momento justo para que esté enfrente las consecuencias de sus actos.
En todo caso, queda la obra. Y queda de parte de cada quien encontrar si puede o no separar la obra del autor.
- «There is no Safe Word» 13 de enero de 2025, (https://www.vulture.com/article/neil-gaiman-allegations-controversy-amanda-palmer-sandman-madoc.html) ↩︎
- «Breaking the silence» enero 2025, (https://journal.neilgaiman.com/2025/01/breaking-silence.html) ↩︎
- «Confieso que he vivido», Pablo Neruda, Editorial Seix Barral, 1974 ↩︎
- «Pablo Neruda: la descripción de una «violación» por la que muchos en Chile se oponen a darle el nombre del poeta al aeropuerto de Santiago», BBC News Mundo, 11 de diciembre de 2018 (https://www.bbc.com/mundo/noticias-america-latina-46515843) ↩︎
- «El secreto de abusos sexuales que reveló la hija de la premio Nobel de Literatura Alice Munro», BBC News Mundo, 9 de julio de 2024 (https://www.bbc.com/mundo/articles/cv2gvwy7pn0o) ↩︎
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