(Sobre la Perspectiva de lo Erótico en Georges Bataille)
La pregunta no debería existir. No debería hacerse. No importa el «porqué» en un tipo de expresión más interesada en el «cómo». No tiene sentido, cuando a cual más, a cual menos, cualquier expresión de erotismo tiene lugar de una u otra forma en la mayor cantidad de obras literarias existentes en la actualidad.
Sin embargo, no sólo hay quien ignora muchas de las formas en que puede aparecer el erotismo, sino que incluso ignora cuándo aparece éste en una obra literaria, porque ni siquiera puede ubicarlo. Y muchas veces, ignorando la forma en que el erotismo impregna muchas situaciones en la literatura, cree que en algunas de ellas está ausente, o acusa en otras que exageran en su erotismo hasta rayar en lo pornográfico. Y por supuesto, hay quien defiende la aparición de lo pornográfico considerándolo como erótico, causando que haya voces en desacuerdo con ello.
Queda, por supuesto, la queja de quienes consideran que ni lo erótico (y menos lo pornográfico) deberían formar parte del arte, por considerársele ofensivo para la sensibilidad de muchas personas, ya sea por no presentarse en forma tal que sea del agrado de todas las personas, o sencillamente porque lo erótico y lo relacionado con ello no debe considerarse materia de arte, y menos de lo literario.
Penosamente, en lo único en que puedo estar de acuerdo es que habrá personas que no comprenderán cabalmente lo erótico por causa de sus peculiares condiciones de edad, raza, credo, costumbres, sociedad, etc.; pero al igual que la idea de la Muerte, que conmueve e inquieta a otras tantas personas, el Erotismo también deberá seguir existiendo, y existirá en tanto que, así como la Muerte, es una de los aspectos de la experiencia humana de los que no podemos escapar, y que pese a que algunas modernas tendencias culturales asociadas a las preferencias sexuales no gustan sino de lo erótico asociado a sus predilecciones, tales manifestaciones eróticas seguirán existiendo, y habrá quien guste de ellas o no. Pero los gustos personales son argumento insuficiente para proscribir una actitud en torno a un aspecto de la experiencia interior del hombre. El hecho de que la Muerte inquiete y asuste a muchas personas no hará que desaparezca la muerte, y de la misma forma tampoco hará que los autores literarios dejen de hablar de ella en sus textos. Asimismo, creo que nadie dejará de escribir erotismo sólo porque a alguien le moleste.
Quizás sea mejor tratar de comprender, entonces, qué tantas situaciones puede impregnar el Erotismo, y comprender su existencia no sólo como tema predilecto de los escritores, sino por las posibilidades que ofrece el conocerlo a profundidad desde una perspectiva filosófica. En 1979, con esa inquietud, la mente del escritor, antropólogo y pensador francés Georges Bataille, nacido en Billom el 10 de septiembre de 1897 y fallecido en París el 9 de julio de 1962, dio luz a un interesante ensayo al respecto llamado así, sencillamente: El Erotismo.
En el plan de esta obra la muerte, la violencia, la transgresión, e incluso el cristianismo forman parte muy importante de esta reflexión sobre el erotismo. Podría parecer hasta cierto punto muy natural esto a quien sabe un poco sobre la obra de Bataille: quien ha escrito La Literatura y el Mal (La Littérature et le Mal, 1957), La Parte Maldita (La Part Maudite), y lo más probable es que un autor que le imprime este carácter a sus temas pueda asociar el erotismo a este tipo de situaciones límite, pero, ¿asociar el cristianismo con el erotismo? ¿Cómo forma parte de estas reflexiones este aspecto religioso, habida cuenta la forma en que el cristianismo rechaza el ejercicio de lo erótico?
(…) «El erotismo, como dije, es, desde mi punto de vista, un desequilibrio en el cual el ser se cuestiona a sí mismo, conscientemente. En cierto sentido, el ser se pierde objetivamente, pero entonces el sujeto se identifica con el objeto que se pierde». (…)1
El objeto al que se refiere Bataille no es otro que el objeto del deseo. («(…) El erotismo es uno de los aspectos de la vida interior del hombre. En este punto solemos engañarnos, porque continuamente el hombre busca fuera un objeto del deseo. Ahora bien, ese objeto responde a la interioridad del deseo.(…)»)2
Por ende, la terrible paradoja es que buscamos y precisamos algo que proviene de nuestro interior, pero que sólo puede venirnos de fuera. Con esta primera manifestación del texto de Bataille comprobamos que tan demandante puede ser para el amante el saber que ha encontrado aquello que corresponde a su deseo, y qué tan poderosa puede ser esta necesidad, que no corresponde sólo a una satisfacción sexual. Va más allá de ello, porque implica una necesidad del ser.
(…) «Si el erotismo es la actividad sexual del hombre, es en la medida en que ésta difiere de la sexualidad animal. La actividad sexual de los hombres no es necesariamente erótica. Lo es cada vez que no es rudimentaria, cada vez que no es simplemente animal»(…) 3
Y, sin embargo, en la mayor parte de las obras en las que se encuentra presente esa búsqueda del objeto del deseo, nos encontramos que se dice que tal búsqueda es la del amor, como si al darle esa denominación se le despojara de ese sentido erótico. Al menos, en lo que plantea Bataille como la búsqueda de aquello que se ha perdido, de aquello que se cuestiona, ya nos demuestra que lo erótico es más una postura vital en la que el ser busca ese equilibrio a través de encontrar la plenitud.
(…) «Si bien es cierto que el erotismo se define por la independencia del goce erótico respecto de la reproducción considerada como fin, no por ello es menos cierto que el sentido fundamental de la reproducción es la clave del erotismo.
La reproducción hace entrar en juego a unos seres discontinuos.
Los seres que se reproducen son distintos unos de otros, y los seres reproducidos son tan distintos entre sí como de aquellos de los que proceden. Cada ser es distinto de todos los demás. Su nacimiento, su muerte y los acontecimientos de su vida pueden tener para los demás algún interés, pero sólo él está interesado directamente en todo eso. Sólo él nace. Sólo él muere. Entre un ser y otro ser hay un abismo, hay una discontinuidad» (…) 4
El erotismo, pues, parte de esa desesperada necesidad de formar continuidad con otro ser, que a la vez representa que la continuidad la tendremos con el Todo: por primera vez formamos parte integral de dicho Todo a través de esa comunión que tenemos con el objeto del deseo en la culminación tan deseada del acto. La urgencia de esa búsqueda, ¿no acaso constituye el nodo central de tantas y tantas tramas románticas? ¿Por qué, pues despojarle del erotismo a esos romances, como si el amor estuviera exento de este deseo? Incluso en la forma en que el acto erótico se presenta con llaneza o pudorosamente velado por las palabras del autor, el telón del dramaturgo, la metáfora del poeta… Y nosotros, lectores -morbosos al fin y al cabo-, ¿no acaso nos volvemos espectadores de esa búsqueda desesperada por causa de que en ella vemos la nuestra propia? ¿Por qué, si no de otro modo, nos adentramos en la obra literaria?
Bataille habla en su ensayo del «erotismo de los cuerpos, del erotismo de los corazones y, en último lugar, del erotismo sagrado». 5 Tal forma de comunión contraviene el orden común, en donde lo discontinuo es la norma. El momento erótico representa una ruptura de esa cotidianeidad. Somos criaturas que buscan escape de esa apabullante, dolorosa rutina que nos consume en tanto que no poseemos al objeto del deseo. Incluso abunda en que dicha circunstancia no se da sino en medio de un entorno que, por ser de ruptura, es violento. Una violación de dicho orden nos sustrae del resto de la raza humana, porque somos únicos en ese instante, en donde nos convertimos en continuos. Y es aquí donde aparece el tema de la transgresión, porque el erotismo es condenado debido a que rompe reglas y normas. Ello, -en mi propia postura-, nos dice más de la sociedad que nos obligó a vivir en el pasado y de la forma en que reprimió en cierta medida -no de modo absoluto, afortunadamente- tal impulso vital. Y nos dice también mucho de la sociedad presente, en la que el hecho de que dicho erotismo y sus cánones no sean al modo que les agrada rompe también con sus normas, (y resulta paradójico que así sea, pues se supone que se promueven actitudes mucho más abiertas con relación a lo erótico, pero en fin: no es el espacio para tratarlo).
Y si ese erotismo es ruptura, ¿porqué no habría de serlo aquel que Bataille llama erotismo sagrado? El religioso, el fiel, aquél que cae en el éxtasis de la contemplación (y nótese la posibilidad semántica del término «éxtasis» para referirse a una y a otra cosa), ¿no acaso también ha encontrado el objeto de su deseo que le permite ser continuo con aquello que anhela y con el Todo? Es posible que esta parte del ensayo de Bataille incomode y hasta se cuestione, y de hecho, está ahí para ello. Sin embargo, basten los ejemplos que podemos ver en esculturas (como la de Santa Teresita del Niño Jesús con su corazón siendo traspasado por una flecha de fuego), o la poesía de ella misma y del propio San Juan de la Cruz para convencernos de que en cierta medida, el erotismo también alienta este anhelo de formar continuidad con lo divino:
(…)«¡oh noche que juntaste
Amado con amada,
amada con el Amado transformada!
En mi pecho florido,
que entero para él solo se guardaba,
allí se quedó dormido,
y yo le regalaba,
y el ventalle de cedros aire daba»(…)6
Júzguese en el ejemplo anterior si seríamos capaces de entender que San Juan de la Cruz hablaba aquí «del alma que se goza de haber llegado al alto estado de la perfección, que es la unión con Dios», o si hablaba del encuentro de dos amantes.
Y sí: es muy probable que la provocación que produce este ensayo siga siendo vigente. Lo que ya no debería serlo es que sigamos siendo tan ajenos y temerosos a este impulso como para buscar siempre que se mantenga en un cauce siempre bajo nuestro control, ¿o acaso será que es peligroso reconocerlo como tal por las implicaciones sociales que conlleva? ¿Acaso no este sentido de libertad nos llevaría irremediablemente a otros tipos de libertad que necesitamos urgentemente, y que quienes los rechazan (sistemas, gobiernos, religiones) están muy interesados en que no la consigamos…?
Sólo un momento fugaz, sólo un instante para ser continuos, y una eternidad para buscar serlo… En el cuerpo del deseo, en el espíritu de nuestra adoración, en el corazón de nuestro anhelo…
- BATAILLE, Georges; El Erotismo; Trad. Al Esp. de Antoni Vicens y Marie Paul Sarazin; 2a. Ed. 2000 Tusquets Editores, Col. Ensayo s/n., Barcelona, España; p. 35, «El Erotismo en la Experiencia Interior». ↩︎
- Op. Cit., p. 33 ↩︎
- Op. Cit., p. 33 ↩︎
- Op. Cit., p.p. 16-17, «Introducción». ↩︎
- Op. Cit., p. 20, «Introducción». ↩︎
- DE LA CRUZ, San Juan; Poesía Completa y Comentarios en Prosa; 2000; Ed. Planeta; Biblioteca La Nación s./n.; España; p. 3 «Noche Oscura». ↩︎
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