
Hace poco he conocido obras de un poeta y ensayista español de la generación del ’27. Se trata de Pedro Salinas, nacido en Madrid (España) el 27 de noviembre de 1891 y fallecido en Boston (EE.UU.) el 4 de diciembre de 1951. Traigo para ustedes algunos fragmentos de las obras que acabo de conocer. Son: La Voz a ti Debida, Razón de amor y Largo lamento, que trataré de mostrarles a ustedes con ejemplos de algunos de sus poemas.
Fue uno de los grandes poetas de la generación del 27 junto a Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez, Antonio Machado, etc. A mí personalmente, me han gustado sus poemas, pero prefiero dejarles unas pinceladas de este gran escritor… Y que juzguen ustedes mismos…
De: La Voz A Ti Debida.
[14]
Para vivir no quiero
islas, palacios, torres.
¡Qué alegría más alta:
vivir en los pronombres!
Quítate ya los trajes,
las señas, los retratos;
yo no te quiero así,
disfrazada de otra,
hija siempre de algo.
Te quiero pura, libre,
irreductible: tú.
Sé que cuando te llame
entre todas las gentes
del mundo,
sólo tú serás así.
Y cuando me preguntes
quién es el que te llama,
el que te quiere suya,
enterraré los nombres,
los rótulos, la historia.
Iré rompiendo todo
lo que encima me echaron
desde antes de nacer.
Y vuelto ya al anónimo
eterno del desnudo,
de la piedra, del mundo,
te diré:
«Yo te quiero, soy yo.»
Pedro Salinas.
——————————————-

De: Razón de Amor.
[3]
¿En dónde está la salvación? ¿Lo sabes?
¿Vuela, corre, descansa, es árbol, nube?
¿Se la coge a puñados, como al mar,
o cae sobre nosotros en el sueño
sin despertar ya sin más, igual que muerte?
¿Nos salvaremos?
Suelta, escapada va,
sin que se sepa dónde, si pisando
los cielos que miramos,
o bajo el techo que es la tierra nuestra,
inasequible, incierta eterna,
jugando con nosotros
a será o no será.
Mas lo que sí sabemos es que todo,
las manos, y las bocas y las almas,
ávidas y afiladas,
persiguiéndola están, siempre al acecho
de su paso en la alta madrugada,
por si cruzase por las soledades
o por el beso con que se las quiebra.
Que unas alas
invisibles golpean
las paredes del día y de la noche,
animadas, cerniéndose,
volando a ras de tierra, y son las alas
del gran afán de salvación constante
de cuyo no cesar se está viviendo:
el ansia de salvarme, de salvarte,
de salvarnos los dos, ilusionados
de estar salvando al mismo que nos salva.
Y aunque su hecho mismo se nos niegue
~ el arribo a las costas celestiales,
paraíso sin lugar, isla sin mapa,
donde viven felices los salvados ~,
nos llenará la vida
este puro volar sin hora quieta,
este vivir buscándola:
y es ya la salvación querer salvarnos.
———————————————————-
De: Largo Lamento.
[41]
[ ¡Cuánto sabe la flor! Sabe ser blanca]
¡Cuánto sabe la flor! Sabe ser blanca
cuando es jazmín, morada cuando es lirio.
Sabe abrir el capullo
sin reservar dulzuras para ella,
a la mirada o a la abeja.
Permite sonriendo
que con su alma se haga miel.
¡Cuánto sabe la flor! Sabe dejarse
coger por ti, para que tú la lleves,
ascendida, en tu pecho alguna noche.
Sabe fingir, cuando al siguiente día
la separas de ti, que no es la pena
por tu abandono lo que la marchita.
¡Cuánto sabe la flor! Sabe de silencio;
y teniendo unos labios tan hermosos
sabe callar el «¡ay!» y el «no», e ignora
la negativa y el sollozo.
¡Cuánto sabe la flor! Sabe entregarse,
dar, dar todo lo suyo al que la quiere,
sin pedir más que eso: que la quiera.
Sabe, sencillamente sabe, amor.
Queremos leerte: