II. Hades, Perséfone y Orfeo.

Avatar de Stániel Lobatón Pérez

Por:

|

|

En

Perséfone se dedicaba a aprender de todo en el Inframundo. Cada cosa que iba aprendiendo la iba entusiasmando más y más. Aplicaba creativos castigos, organizaba zonas, creaba jardines, y en general todos se iban enterando de que ahora había Reina y Señora en el Inframundo. La Dueña del Hades también. Había quien pensaba que Perséfone amaba más al Hades que a su esposo Hades, pero dado que ambos se confundían (y el Reino, el Inframundo, vibraba con el pulso de El Oculto), amar a uno era amar al otro. También pasaba mucho tiempo con Hécate, La Oscura, aprendiendo saberes antiguos por puro deleite.

Mientras tanto, por una gruta, una especie de entrada trasera, venía bajando Orfeo. Descolgándose de otra historia, entraba como ser vivo en el Inframundo (lo cual está prohibido) para buscar a su amada Eurídice. Orfeo es un músico excelso y sabe llegar al alma con lo que toca y canta. Su voz es inaudita y fascinante. Así logra adormecer a Cerbero (el negro perro de 3 cabezas, guardián del Inframundo), conmover hasta las lágrimas al ciego Caronte, el Barquero. Y poco a poco ir evadiendo los peligros y problemas que enfrenta una persona viva paseando por el Inframundo. 

«Así logra adormecer a Cerbero…»
«Así logra adormecer a Cerbero…»

Así llegó al Palacio de Hades y pidió una audiencia con los Señores del Inframundo. Estos se encontraban en ese momento en una muy íntima cena, que no estaba resultando muy bien. Aun así, hicieron esperar a Orfeo unas tres horas antes de escucharle.

Orfeo les contó su historia, de cómo perdió a su amada esposa Eurídice por mordedura de serpiente, de cómo la extrañaba demasiado, de cómo pensó en morir para poder verla de nuevo.

—¿O sea que tu amor da para llorar, pero no para morir? – le interrumpió El Oculto – Pues es un amor bastante cobarde, si quieres mi opinión.

Orfeo se echó a llorar.

—¡Eurídice debe vivir! —les gritó lloroso— Sin ella, el mundo pierde color para mí.

Y siguió relatándoles su historia y todo lo que pasaron hasta ese momento.

Hades había comenzado a mostrar esa cruel mueca que era su sonrisa, pero se percató de que Perséfone estaba fascinada con la historia. En muchas cosas, aún era esa Kore entusiasmada por la novedad y el romance. Sin embargo, se negó a dejar que Eurídice se fuera. El Inframundo tiene leyes y hay que hacer las cosas bien. Siempre.

Orfeo, lloroso aún, les pidió que le dejaran despedirse de su Eurídice con la canción que había compuesto para ella. Rey y Reina dieron su aprobación, la música se escucharía en todo el Reino.

Orfeo comenzó a tocar, con todo el dolor de tener que despedirse («Corazón Cobarde» pensaba Hades al iniciar la canción. «Cuando amas, lo haces intensamente o no hagas nada»). Poco a poco el Inframundo se fue llenando con la triste canción de Orfeo, despidiendo a Eurídice. Cantaba su amor en su voz, cantaba el dolor, cantaba la tristeza de un corazón cobarde, pero apasionado.

Entonces fue ocurriendo el milagro: El inframundo fue quedando en silencio, poco a poco. Los tormentos se detuvieron (por primera y única vez). Los muertos, los fantasmas incluso se conmovieron con esa canción de amor desdichada.

Hades y Perséfone se miraron. Ella lloraba, conmovida. Hades enterneció su mirada (y una chispa más de amor se encendió en Perséfone) y ambos acordaron, sin palabras, dejar ir a Eurídice y darle un final feliz a esa historia. Sólo pusieron como condición que fuera ella detrás de él y que Orfeo no la mirara hasta haber salido del Inframundo (la resurrección paulatina es un secreto que no deben ver los ojos de los vivos).

Orfeo se lleva a su esposa (que no habla, porque va recomponiéndose a medida que camina, detrás de él) y muy contento mientras canta se van de regreso al mundo de los vivos. Orfeo sabe que alguien lo sigue, pero la duda va entrando en él: ¿Lo habrán engañado para divertirse? Los dioses son caprichosos, aunque estos tienen fama de justos. ¿Y si no es Eurídice? ¿Y si se trajo un fantasma, una sombra, un cadáver sin voluntad? Sigue enconándose la duda en su cobarde corazón. El último pensamiento lo atormenta demasiado. Vivir con un fantasma o un cadáver animado… ¡Qué horror! Entonces Orfeo, que ya ha salido al sol, decide volverse y enfrentar la abominación que, está seguro, lo sigue. Al darse la vuelta ve a su esposa, tal y como el día que la perdió y comenzando a sonreír y a pronunciar su nombre. Tiene un pie aún en el Inframundo y las leyes de ese Reino son inflexibles. Eurídice se descompone en sombras ante sus ojos y Orfeo cae al suelo, llorando de dolor.

Orfeo clamó a quien quisiera oírlo que los gobernantes del Inframundo lo habían engañado, que le entregaron una sombra de su Eurídice para divertirse cruelmente. Pero sabemos que no es cierto. Ambos, Rey y Reina, eran justos y serios. Además, en ese momento habían olvidado a Orfeo ya, entregados como estaban al amor compartido en su habitación.

Comparte este post:
También puedes leer:
2 respuestas a «II. Hades, Perséfone y Orfeo.»
  1. Avatar de Escribonia

    ¡Tremendo texto! La mano olvidada y creando como un Dios con lapicera.

    1. Avatar de staniellobatonperez

      ¡Gracias por leer Escribonia! 😊

Queremos leerte:

Últimas Entradas
Últimos Comentarios
  1. Magnífica nota. Tan real, tan cierto lo escrito, tanta pena todo, no el mundo literario, sino el mundo.