Hacia adentro y más allá.

Somos todavía los hijos bastardos de una evolución que no ha acabado, atrapados siempre entre los fragmentos del ayer y las uniones del mañana. Uniones aparentemente destinadas a llevarnos más allá de cualquier cosa que podamos imaginar en la actualidad y que, como todos los nacimientos de este tipo, son tremendamente penosas e insoportablemente extáticas. Con la más leve mirada, una vez más hacia adentro, se despliegan nuevos vínculos y el teatro continúa.

Según la psicología evolutiva, mayor crecimiento y desarrollo siempre implica una mayor internalización (o mayor interiorización). Aunque en principio pueda sonar muy paradójico, cuanto más interiorizada está una persona, menos narcisista será su conciencia. Por tanto, hemos de entender por qué, para todas las escuelas de psicología evolutiva, esta ecuación es verdad: mayor desarrollo= mayor interiorización= menor narcisismo (o menor egocentrismo).

Por ejemplo, esto es aplicable al niño que ya no se deshace en lágrimas si no recibe alimento de forma inmediata. Al interiorizar su conciencia, ya no se siente tan afectado por las fluctuaciones de su entorno inmediato: su autonomía relativa, su capacidad de permanecer enfocado hacia su interior, aumenta.

La segunda parte de la ecuación está relacionada con el narcisismo, que es sinónimo aproximado de egocentrismo. Recordemos que un mayor desarrollo implica precisamente trascender el propio punto de vista aislado y subjetivo y, por tanto, hallar perspectivas e identidades superiores y más amplias. Piaget se refirió a todo el proceso evolutivo como proceso de egocentrismo decreciente.

En otras palabras, cuanto mayor la instrospección, cuanto más podemos ir hacia adentro o reflexionar sobre nosotros mismos. Cuanto más va uno hacia adentro, tanto más puede ir más allá, y tanto más puede adoptar una identidad más profunda con una perspectiva más amplia.

Este movimiento general de hacia dentro- y- más- allá no es nuevo entre los humanos: es la simple continuación del proceso evolutivo cósmico, que es “autodesarrollo a través de la trascendencia”, el mismo proceso que funciona en los átomos, moléculas y células; un proceso que, en el dominio humano, continúa de forma natural hacia el superconsciente, sin que haya nada oculto o misterioso al respecto. Ken Wilber, uno de los más grandes pensadores de nuestro tiempo, recuperando el término griego “Kósmos”, analiza la evolución de todo lo existente, desde la materia a la vida, a la mente y a Dios. 

«El universo no es sólo que parece, no es algo que sucede simplemente y ya está: algo más está ocurriendo… Detrás del escenario en que se desarrolla la obra kósmica hay un orden o inteligencia más amplio y elevado».1

Wilber traza la evolución de la conciencia humana a través de sus principales etapas de crecimiento y desarrollo, especialmente en el de la modernidad y la posmodernidad: su significado; su relación con lo masculino y lo femenino, la psicoterapia, la ecología y distintos movimientos de liberación; y, lo más importante, cómo el mundo actual puede formarse un concepto del Espíritu. 

Hay una gran cantidad de asuntos que deben ser clarificados a medida que dejamos atrás la noosfera y entramos en la teosfera, en los dominios transpersonales, en el dominio de lo no solo autoconsciente sino supraconsciente. En primer lugar y, sobre todo, si a este desarrollo superior lo llamamos “religioso” o “espiritual”. 

«El universo no es sólo que parece… algo más está ocurriendo…»
-Ken Wilber
«El universo no es sólo que parece… algo más está ocurriendo…»
-Ken Wilber

Campbell tiene razón cuando dice que muy pocos individuos, a lo largo de las eras mágica, mítica y racional, fueron capaces de ir más allá de ellas y penetrar en los dominios transrracionales y transpersonales. Enseñanzas como las del Buda, Cristo, Patanjali, Padmasambhava, Rumí y Chih-i, fueron tomadas por las masas y traducidas en términos mágicos, míticos o egoicos —«la salvación individual»—eso no era lo que sus enseñanzas decían clara, incluso patentemente, ni tampoco prestaron ayuda intencionada a este tipo de tareas. Sus enseñanzas tenían que ver con la liberación de la individualidad y no con su perpetuación eterna, una noción grotesca que fue equiparada directamente con el infierno o el samsara.

Al respecto, Wilber menciona: «… las tradiciones contemplativas siempre han venido con una serie de instrucciones en la mano … […]»2

En este sentido, una de las objeciones más comunes es que las experiencias místicas o contemplativas, al no poder ser explicadas en el lenguaje ordinario, ni en ningún otro lenguaje, no tienen base epistemológica, no son «un conocimiento real». Cuando los yoguis, sabios o contemplativos dicen frases como: «Todo el mundo es una manifestación del Yo», esta no es una afirmación meramente racional sobre la que tenemos que reflexionar para ver si tiene sentido lógico; más bien es una descripción, a menudo poética, de una aprehensión o experiencia directa. Y es esa experiencia directa a la que hemos de poner a prueba, no rumiando filosóficamente sobre ella, sino tomando el método experimental de la conciencia contemplativa, desarrollando las herramientas de conocimiento necesarias, y experimentándola después directamente en nosotros. Como dijo Emerson: «Sólo podemos ver aquello que somos»

Saussure3 afirmó que todos los signos lingüísticos tienen dos componentes, el significante y el significado. El significante es el símbolo escrito o sonido, el componente material del signo (tales como las formas materiales de tinta escritas en esta página, o las vibraciones físicas del aire cuando hablamos). El significado es lo que nos viene a la mente cuando vemos u oímos el significante.

Así, escribo físicamente la palabra perro en esta página, ese es el significante. Lees la palabra y comprendes lo que quiero decir, algo así como un animal peludo con cuatro patas que ladra: ese es el significado, lo que viene a la mente. 

La genialidad de Saussure fue la de señalar que significante y significado existen como una estructura de contextos dentro de contextos. El significado no se encuentra en la palabra sino en el contexto: el banco de sentarse no es el banco en el que se guarda dinero, y la diferencia no está en la palabra, porque la palabra banco es la misma en ambos casos, es el contexto relacional el que determina su significado: toda la estructura del lenguaje. Esta fue la gran intuición de Saussure.

Todo esto se relaciona con el misticismo de la siguiente forma: la palabra perro tiene un significado compartido por ti y por mí porque el signo existe en una estructura lingüística compartida y en un trasfondo cultural común de prácticas sociales e interpelativas. ¿Pero qué pasa si nunca has visto un perro? ¿Qué ocurre entonces?

En suma, ninguna experiencia puede ser expresada en palabras sin más. El sexo no puede ser puesto en palabras; o uno ha tenido la experiencia o no la ha tenido, y por mucha poesía que le pongamos, esta no puede tomar su lugar. Los atardeceres, comerse un pastel, escuchar a Bach, montar en bicicleta, emborracharse o vomitar; ninguna de estas experiencias puede ser capturada en palabras.

Y si esto es así, ¿por qué es un problema que las experiencias espirituales no puedan ser descritas con palabras? Las palabras funcionan bien como significantes para la experiencia, sea mundana o espiritual, si ambos, tú y yo, hemos tenido experiencias similares en un contexto de prácticas compartidas. 

Si quiero saber si está lloviendo o no, voy a la ventana, miro… y, sí claro, está lloviendo. Pero quizá esté equivocado o quizá mi vista esté mal. ¿Te importaría mirar? Vas a la ventana y confirmas que está lloviendo.

Pero no puedo ir a buscar a Buda y enseñártelo, a menos que hayas desarrollado los requisitos cognitivos que te permitan resonar con el significante cuyo referente existe únicamente en el espacio espiritual y cuyo significado existe únicamente en el corazón de aquellos que han despertado a ese espacio.En suma, ir más adentro añadido y, por tanto, un ir más allá añadido, implican el descubrimiento de una conciencia superior con una nueva y más amplia identidad. Una apertura en la que el Kósmos se puede manifestar más claramente, y ser visto y apreciado por lo que es y no por lo que pueda hacer por mí.

  1. Wilber, Ken. Sexo, ecología, espiritualidad. s.l. : Gaia Ediciones, 2020. 9788484451280. ↩︎
  2. Ibid. ↩︎
  3. Ferdinand de, Saussure. Curso de Linguística General. s.l. : Ediciones Payot, 1995. ↩︎
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2 respuestas a «Hacia adentro y más allá.»
  1. Avatar de barrufet4

    ¡Muy buen artículo, Viktoria!

    Una muy interesante reflexión que invita a seguir reflexionando sobre la evolución humana. 👏👏

  2. Avatar de Grace Borrello

    ¡Excelente artículo Viktoria!

    La referencia que haces a Piaget y su visión del proceso evolutivo como un proceso de egocentrismo decreciente, me llevó a la siguiente reflexión: Si el hombre moderno ha habitado la Tierra desde hace unos 200 mil años y estamos como estamos, cabe preguntarse cuántos años más necesita la humanidad para hacer a un lado los intereses mezquinos y velar por el bienestar de todos los individuos.

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  1. ¡Muy buen artículo, Viktoria! Una muy interesante reflexión que invita a seguir reflexionando sobre la evolución humana. 👏👏