
El budismo es la religión más difundida del mundo, basada en las enseñanzas del príncipe nepalés Siddhartha Gautama, quien después de renunciar a querer ser el emperador del mundo inicia un duro camino en la búsqueda de la verdad y el sentido de la vida, más allá de toda frivolidad y vanidad; hasta finalmente, tras mucho sufrimiento, esfuerzo y dedicación, convertirse en el Buda, (el despierto).
Surgida en el siglo V antes de Cristo, y conservando desde entonces intactos sus fundamentos, (como el del óctuple camino)1, esta religión también es un conjunto de sistemas de pensamiento, filosóficos y metafísicos que no se entienden entre sí y que discuten ferozmente entre ellos, (en los cuales no se entrará en detalle, puesto que sería un tema demasiado extenso, por lo que nos enfocaremos en esos elementos que posee y que haríamos bien en nuestra sociedad al asimilarlos particularmente en la escritura como lo proponemos en este análisis). El budismo surge en la misma época de los filósofos griegos Heráclito y Pitágoras, llegando hasta nuestro tiempo por medio del Doctor Daisetzu Teitaro Suzuki, quien la introduce a Japón con los elementos que actualmente conocemos como budismo zen. La palabra «budismo» tiene varios significados, pero el principal se puede traducir a nuestra lengua como «aquellos que siguen las enseñanzas de Buda»; mientras que la palabra zen viene del japonés, y es la abreviación de zenna, -que es la pronunciación japonesa del chino medio źjän– que significa: «contemplación», (hoy «chán») y éste del sánscrito «dhyāna», que en español significa «meditación».
El budismo zen es un budismo esencial, minimalista, determinado, intransigente, basado en meditación y que no se interesa en refinamientos doctrinales. Posiblemente para la mayoría de las personas pueda no ser una religión a la cual podamos entregarnos, puesto que las fuertes raíces del cristianismo en el continente americano y el resto del mundo occidental influyen sobremanera para que nos cueste aceptar los dogmas budistas, -a pesar de que el budismo es la única religión en la historia de la humanidad que nunca ha recurrido al fuego ni a la espada como argumento para llevar su mensaje-. Es verdaderamente impactante saber que en la concepción budista, una persona puede ser un buen cristiano, católico, metodista, luterano, protestante, y ser también un buen budista. De igual forma se podría ser un buen sintoísta, musulmán, taoísta, hinduista y ser igualmente un buen budista. No sucede así con estas mismas religiones, en donde no es permitido tener más práctica espiritual que la que ellas confiesan.
El budismo posee grandes valores: los más trascendentes, a los cuales nos asomaremos brevemente desde la distancia en este ejercicio, se recogen en las cuatro nobles verdades. La primera verdad es el sufrimiento; la segunda, la causa del sufrimiento; la tercera, el cese del sufrimiento; y la cuarta es el camino para lograrlo. Al final se encuentra el Nirvana.
Esto se ha dicho por grandes eruditos budistas, y corresponde a una antigua tradición médica que es equivalente a la enfermedad, el diagnóstico, el tratamiento y la cura, siendo el Nirvana esa cura, pero posiblemente sea incluso más importante para nuestros fines el valor de la tolerancia, que conduce a los budistas a esa férrea convicción de respeto irrestricto de toda vida, tolerancia que es asumida como una yoga, (la cual tiene su origen en palabra sánscrita yuj, hermosa palabra que encuentra su equivalente en el latín «yugo»).
Es decir: que en el budismo se asume la tolerancia como algo que uno mismo se impone. Quizás es la razón por la que ellos también creen que el apego es la raíz de todo mal en el ser humano y en el mundo. Sería deseable en nuestra sociedad que pudiésemos hacer florecer preceptos como la tolerancia y el respeto a todo ser vivo, considerando cómo nuestro tejido social se ha roto, y volver la vista a la más longeva filosofía de vida que en sus preceptos contiene posiblemente la fórmula que no hemos encontrado para una convivencia pacífica en sociedad.
Ahora bien, ¿cómo podemos aplicar estas premisas a la escritura? Deberíamos partir de considerar con esa tolerancia y respeto las posibles y múltiples causas erróneas por las que actualmente una persona se inclina por la escritura. En la actualidad nos encontramos rodeados por una cantidad de estímulos externos que están principalmente contenidos en un sistema que se basa en un sentido de acción y falsa pertenencia, frívolo y consumista. La frivolidad, la búsqueda de aprobación externa, el exceso de información sin mérito, -que tiende a ser dañina- y el avance de la violencia en un sentido amplio ha predispuesto manifiestamente diferentes alteraciones psicodinámicas en el conjunto social en general; por lo tanto, siendo la escritura el medio de análisis de recopilación de la conciencia y la crónica social, no se ha salvado de tales influencias. Es por ello que aparecen personas que escriben sin tener lectura encima, y que sin duda están experimentando confusión, dolor y en muchos casos resentimiento e ira. Estas personas quienes, al no haber prodigado el noble arte de leer por el placer de leer en sí, no poseen bien desarrolladas ciertas cualidades indispensables en su alma, y posiblemente tampoco cuenten con las adecuadas herramientas intelectuales por medio de las cuales puedan procurar una beneficiosa y legítima catársis en los lectores. Las letras populares en distintos géneros seudo-musicales han penetrado también en el mundo de la escritura, como procurando causar el mismo retroceso en el pensamiento, y (peor aún) en el inconsciente y el ser, donde queda evidenciada más que una descomposición, pudiendo considerarse ésta como una auténtica perversión, esto en el campo de la poesía, en donde se puede aseverar que el verso libre va quedando lejos de la noble premisa que los vanguardistas se propusieron en aquella transición entre el trascendentalismo y el realismo filosófico, logrando instaurar un tipo de verso libre de carácter prosaico como una adición en el género lírico, que proponía manifestar una realidad subjetiva: expresando los sentimientos, impresiones y reflexiones en primera persona. Esto también abarca de la misma manera, pero con sus propias complejidades a otros géneros literarios como la novela, el cuento y el relato.
Al realizar todas las consideraciones anteriores desde una aproximación con esa perspectiva de tolerancia y respeto, podemos tomar acciones más generosas dirigidas a compartir conocimiento y experiencias, procurando dar elementos guías a las personas que escriben desde la confusión, el dolor, resentimiento e ira. Podemos emular al budismo en ese hermoso contexto en el que está ahí difundiendo su mensaje y su verdad de forma libre y con gratuidad, sin buscar imponer nada a nadie.
Esta religión que, como ya se ha dicho, es mucho más, pues es también un conjunto de sistemas filosóficos y metafísicos que a través de la constante discusión e intercambios ha llegado a iluminar a millones de almas alrededor del mundo desde hace muchos siglos atrás, y que en nuestros días continúa tan vigente como en sus inicios. Movidos por la profunda reflexión introspectiva de lo ya expuesto, no se van a desacreditar en este escrito de ninguna manera los elementos intuitivos de la escritura que se pueden manifestar en quien escribe motivado por una ruptura en su interior, ya que esto implicaría atacar las premisas creacionistas de grandes maestros de la escritura, como Edgar Allan Poe, Julio Cortázar, Miguel Ángel Asturias, William Shakespeare, Walt Whitman, Alfonsina Storni, Sor Juana Inés de la Cruz, Delmira Agustini, Alejandra Pizarnik, y Wisława Szymborska (entre tantos otros insignes y nobles nombres de la historia magnífica de la literatura).
En esta línea podemos teorizar y desarrollar una nueva definición de escritura en un sentido creativo y creacionista que podría ser la siguiente: la escritura es el arte de escribir desde la sabiduría colectiva extrapolándola a una realidad individual sentipensante, que es única para quien escribe, pero de sentido abierto y múltiple interpretativo para quien la lee. En esta definición se busca incluir a cada variante de la escritura creativa, con un sentido de respeto y tolerancia. No se pretende señalar con crueldad los fallos estéticos y la falta de sustancia en tantos escritos que incluso se encuentran en libros ya publicados. En realidad, se pretende proponer a todas aquellas mentes iluminadas e instruidas en los variados y profundos caminos de la escritura que continúen esforzándose en su labor creadora dentro de la crónica actual de las diferentes sociedades, pues el momento crítico histórico que atravesamos así lo requiere. Compartir con el ejemplo generoso sin buscar ubicarse en pedestales de cristal que solo crean indignidad y recelo, ser de manos abiertas para abrazar realidades y no criticar fallos a los que todos podemos estar expuestos, puesto que nuestra condición humana nos predispone a ello.
Planteamos también un llamado al análisis de las correctas o incorrectas motivaciones que por banalidades hoy se puedan usar como lícitas motivaciones para la creación literaria, planteando que se parta siempre desde la búsqueda de sabiduría para que, efectivamente, podamos utilizar la escritura para proyectar en ella las cuatro nobles verdades que propone el budismo: el sufrimiento, la causa del sufrimiento, el cese del sufrimiento, y el camino para lograrlo. Así, en armonía y con respeto y tolerancia, podamos crear letras que sanan, que compartan luz, que busquen ponderar la vida misma en su conjunto. En estos tiempos donde el núcleo básico de la sociedad está gravemente herido de muerte por la degeneración del ser humano, donde es el hombre contra el hombre, y donde la codicia reina en cada aspecto de la vida, esto ha llegado a infectar a la literatura. Es por ello que la gran enseñanza del budismo que encierra reflexión, humildad y salvación en el plano físico presente y en un posible más allá tiene tanta vigencia ahora como cuando Buda la pronunció por primera vez en Benarés en el siglo V: «Así como el basto océano tiene un solo sabor, -el sabor de la sal-, el sabor de la ley es el sabor de la salvación». Es decir, la ley que él enseña es basta como el mar, pero tiene un solo sabor, el cual es el de la salvación. También la escritura debiese tener un mismo sabor que las letras de todos cuantos escriben sean un medio más de salvación masiva para beneficio y provecho de todo el género humano.
- El Óctuple Camino en el budismo zen japonés es una guía fundamental hacia la iluminación y la liberación del sufrimiento. Aunque enraizado en las enseñanzas originales de Buda, el Zen japonés le da un enfoque único, integrando la meditación y la práctica cotidiana con una visión directa y experiencial de la realidad. Este camino se compone de ocho elementos interrelacionados: visión correcta, (SammaDitthi), intención correcta, (Samma Sankappa), habla correcta, (Samma Vaca), acción correcta, (SammaKammanta), modo de vida correcto (Samma Ajiva), esfuerzo correcto (Samma Vayama), atención correcta (Samma Sati), concentración correcta (Samma Samadhi). En el budismo zen japonés, estos ocho elementos no se ven como pasos secuenciales, sino como aspectos simultáneos de una práctica integral. La esencia del óctuple camino en el zen reside en vivir cada momento con plena conciencia y presencia, permitiendo que la sabiduría y la compasión florezcan naturalmente en la vida cotidiana. ↩︎
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