En el medio de la tormenta, del vendaval, puede existir prístino el momento de descubrimiento, íntimo, personal, con resonancia universal. Luego de la azarosa travesía, al entrar de nuevo en la calma somos un poco distintos de lo que fuimos antes de iniciar el viaje.
Luego de leer Tormentas del corazón, el cuarto poemario de Ana Cecilia Chávez Zavalaga (Lima, Perú, 1969), se tiene la sensación de haber navegado en aguas borrascosas, una agitación a través de la palabra y las imágenes que nos hacen sentir que algo ha cambiado, que hemos visto mundo y que nos sentimos más plenos y más sabios que antes de entrar en sus aguas.
El libro está dividido en cuatro partes: «Tormentas del ser», «Tormentas de sensualidad», «Tormentas del corazón» y «Tormentas en eclipse», cada una como una etapa del viaje al que nos invitan las letras de Ana Cecilia. Además, cuenta con una propuesta visual que complementa la lectura, diseñada por Peter Hillert1: una bailarina con rojo manto danza frente a un mar embravecido que amenaza con engullir una ciudad. Una bailarina que acompaña las palabras que vamos leyendo.
En la primera parte, «Tormentas del ser», comenzamos con una indagación de la identidad, que se hace muy evidente en tres poemas clave que van afirmando y reafirmando a la poeta («Soy», «¡¡Soy mujer!!» y «Soy peruana»), así como los distintos aspectos que han influido en ella como persona y como artista. En el siguiente poema:
No es solo una, son dos
Germina una flor,
terreno marcado,
recibe caudales,
caudales de amor.
Contienda en un cuerpo,
la cueva encontrada,
casa resguardada
para un vencedor.
Contienda alargada,
fémina a la entrada.
¡¡No es una, son dos!!
Semillas unidas,
gemelas hermanas
convertidas en flor.
Dos flores se asoman,
son fruto de amor.
Nos enteramos de la existencia de una hermana gemela (Luchita, a quien va dedicado el texto), una ventana directa a la intimidad de la artista: una rendija apenas, pero que resuena luego de leerlo. La presencia de un doble que complementa y extiende la identidad.
Otro poema a destacar es:
Sentada
Sentada en mi tiempo…,
que para muchos olvido será;
sentada y absorta
lo que muchos
sin sentido hallarán.
Escudriñando muy dentro,
descubriendo en silencio,
en la oscuridad…
de un alma discreta,
la que ocultará…
Escudos, lanzas y antorchas,
defensores un día,
de un cuerpo y un alma
que sometidos al acecho
de la derrota sin freno,
del dolor con desprecio,
de la caída al precipicio,
del que se pudo levantar…
Sentada, acompañada
de mi yo, mi compañero,
visionario del tiempo
que dejamos pasar…
Descubro contenta
que hay cicatrices perennes
con victoria y con gloria
que luciendo estarán…
Sentada, muy sola,
perdida en mi mundo,
perdida en el tiempo,
en el nido absoluto
de un alma que añora,
sostengo en mis manos
un corazón muy parchado;
pegado estará;
coágulos de sangre
simulan la goma
que uniéndolo están.
Sentada en silencio,
acompañada del susurro del viento,
mi corazón veo intacto.
Contiendas libradas
él supo ganar,
densos sentimientos
él supo apartar…
Sentada, contenta,
veo con claridad
las cicatrices profundas
que no destruyeron
las ganas de amar.
Se siente como el reposo meditativo antes de continuar el viaje: La recalada en una isla tranquila desde dónde evaluar lo recorrido y lo que falta, y se transmite la confianza tanto en el viaje como en el destino. Las letras de Ana Cecilia, sencillas y directas, tienen la capacidad de comunicar mucho más de lo que a primera vista se lee. Nos mete de lleno en el viaje que realiza al escribir.
En la segunda parte del poemario, «Tormentas de sensualidad», exploramos la parte sensual, sensorial, con la que nos entendemos con el mundo. La poesía exhibe una cadencia musical que nos da ecos de la danza flamenca2, pero también del bolero, de la música sensual y expresiva que vive en la América Española, en un diálogo armónico que nos permite sumergirnos, sentir y disfrutar. Por ejemplo:
Gitana
Es su garbo,
es su altivez,
el despliegue de abanicos,
en su tez,
sensualidad en derroche
deja ver
con el taconeo fino de sus pies.
Es su exótico mirar,
es su fuego al bailar,
ella enloquece tu mirar
mientras el mantón
acaricia las caderas
que deseas tú tocar.
Ella te provoca sin cesar,
cautivándote se irá,
al repique de su andar
sediento quedarás
por besar los labios
de la gitana
que esperándote estará.
Nos da ecos de la noche andaluza, de una España sensual y peligrosa que nos atrae irremediablemente, invitándonos a deliciosos excesos.
Por otro lado, en el poema:
Bésame
Bésame
sintiendo que no hay
más mañana para amarnos.
Bésame
con fuerza y despacio,
suave al galope de arrebato.
Bésame,
descubre el néctar
escondido en mis labios,
tomando a sorbos el aliento
con la esencia del perfume
hoy en tus manos.
Bésame
acariciando el cuerpo
en la entrega y arrebato.
Enloquece el alma y el cuerpo,
no hay recato,
se apagan las llamas
en caudal de ríos desbocados.
Bésame
terminando en besos
el éxtasis plasmado.
Sentimos la cadencia del bolero, la intensidad de esos amores a ratos canallas, a ratos sublimes, que pueblan el imaginario del pueblo hispanoamericano a través de los años.
Ambos poemas dialogan en cierta manera. El primero incita, reclama atención sobre el exótico objeto de deseo, es un desafío para iniciar el cortejo. El segundo es un directo reclamo de acción: el juego del inicial cortejo ha dado paso a la intención de unión, a la fusión del uno en el otro. De esa alma y ese cuerpo que hay que acariciar porque ya ‘no hay recato, se apagan las llamas en caudal de ríos desbocados’.
La tercera parte «Tormentas del corazón» da título al poemario. Aún con la sensualidad a la vista, exploramos el ser romántico: las aguas están pronto tranquilas, pronto agitadas. El amor va llenando el horizonte. Exploramos el amor pleno, las inseguridades, el temor, la belleza del «pudo ser», la mirada de una artista a su amado.
Piel de otoño
Sereno, tranquilo,
de nieve cabello
el otoño llegó a su piel.
Temblorosas, las manos
se acercan unidas,
abrazan mi tez.
Sus ojos me miran,
dulzura infinita
descubre mi alma,
tulipanes florecen.
Despiertan destellos,
emociones y sueños
cuando estoy junto a él.
Con palabras sencillas, Ana Cecilia transmite aquí el bálsamo que puede ser el amor, cuando ya lo tenemos y lo vivimos, navegando juntos en aguas calmas de atardecer. Cuando simplemente estar juntos es suficiente.
Fuimos
En universo infinito
nos pudimos encontrar,
los besos y caricias
quedaron atrás.
Un sol en sonrisas;
estrellas fortuitas
nos dejaron amar.
Universo de besos
queda en recuerdos
al habernos querido
sin pausa al amar.
Fui tu cuerpo y tú el mío
en el arte de amar,
fui tu sol y tú mi luna,
alumbraste mi soñar.
Fui tu yin y tú mi yang,
desigualdad idolatrada,
pues nos unía en la intimidad.
En el cielo infinito
un eclipse quiso llegar;
el tiempo, ave que vuela.
El sol se esconde,
deja de alumbrar,
y en silencio quedan
el recuerdo, dos amantes,
sensaciones grabadas
por la eternidad.
El anhelo por el amor intenso, perfecto en su imperfección. Un amor que pudo ser o que fue y ya no es. La sencilla belleza de lo que fuimos.
La cuarta y última parte del poemario, «Tormentas en eclipse», nos lleva por el dolor, la esperanza, la poesía como compañera fiel. Explorar el dolor es una manera de sanar también, y la poesía, el arte, son excelentes para eso.
Todo pasó
Sé que pasó,
las sonrisas alegres
esa mirada de amor.
Lágrimas se deslizan
sobre la mejilla,
abren paso al dolor:
compartidos momentos
de ilusión y emoción,
estrella fugaz,
soplo del viento,
el que arremetió.
Féretro en una esquina,
símbolo de una vida,
una vida que terminó.
Toca la despedida,
negro luto esconde la herida,
solo nos queda el adiós.
Indagación de lo vivido, deseo de entender para sanar. Las palabras resuenan en cada uno de nosotros: podemos comprender y recordar momentos en nuestras vidas cuando todo pasó. Finalmente:
Todo y nada
Cuando el todo
no es nada,
cuando la nada
lo es todo,
cuando el todo
se agacha,
cuando la nada
lo aplaca,
cuando la nada ataca,
atraviesa dos almas,
el todo se calla,
confundida su alma,
la nada no para,
ahoga dos almas
que solo se aman.
Una exploración casi filosófica, pero que tanto tiene que ver con la vida humana, la de todos. El amor sigue presente, a pesar de que se pierda a ratos: el dolor y el absurdo también son parte de la vida. Esencial, podríamos decir.
En todo caso, navegamos tanto por el placer del viaje como por el destino. Y atravesamos tormentas y aventuras que nos enriquecen. Incluso las tormentas del corazón.
Página de Ana Cecilia Chávez Zavalaga
- Artista visual de Baden-Baden, Alemania, donde reside Ana Cecilia actualmente. ↩︎
- Ana Cecilia ha practicado varios años este estilo de danza, con éxito, ‘duende’ y gracia.
↩︎
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