Otra Perspectiva del Horror en la Literatura

Es probable que las cosas más macabras que se hayan escrito no se deban exactamente a la pluma de los más famosos autores de horror, como el siempre recurrente Edgar Allan Poe, o el frecuentemente citado Howard Phillips Lovecraft.

Algunos autores extraen sus escritos de horror de lugares y situaciones perfectamente posibles en la realidad. Y eso es justo lo que le añade ese sentido del espanto al que se refiere el horror.

Si deseáramos hacer una especie de distinción académica entre el horror y el terror, nos veríamos en dificultades para hacerlo de forma universal: según el artículo «Terror» del Diccionario  de la Real Academia de la Lengua Española,  el terror es un miedo muy intenso, mientras que el horror es un sentimiento intenso (no necesariamente miedo) causado por algo espantoso. Para variar y contribuir a la polémica, ambos términos se han ocupado de maneras similares o equivalentes, a modo de sinónimos. Si deseáramos hacer una distinción en cuanto a efecto que se produce en el lector, nos hallaríamos con que el terror es una sensación creciente de tensión ante la perspectiva de la culminación de un hecho espantoso y lamentable. El horror es la sensación de esa culminación que se produce ante el hecho espantoso consumado.

Ahora bien: lo espantoso suele ser desagradable y terrible, a menudo irremediable, y lo es más en tanto que las cosas espantosas no necesariamente tienen que ser monstruos fantásticos que amenacen con la mutilación. Tomemos, por ejemplo, el horror ante la terrible situación del protagonista de Johnny Got his Gun (Johnny Tomó su Fusil), de Dalton Trumbo: un soldado, quien perdió sus extremidades, vista, oído y voz en la explosión de una mina terrestre en la Primera Guerra Mundial. Si el lector tiene una imaginación despierta, puede -sin duda- prever el espanto que sugiere esta situación. Leer lo que acontece no puede sino producir horror al lector que sigue el hecho en las páginas de la novela de Trumbo.

La concepción de lo horroroso, pues, transgrede la mera esfera de lo que ha sido escrito por autores de horror. Mucho del horror depende también de la experiencia personal de autores y lectores. Pero lo que es un hecho es que incluso sólo atisbar el futuro de una forma determinada puede producirnos esa sensación del horror: Ray Bradbury, en Marionetas, S.A., nos produce esa inquietud resultante de apreciar que, en un futuro, podremos ser capaces de crear androides que pueden replicar nuestras conductas, y aprender de ellas. Un hombre adquiere uno, para que le supla en la convivencia con su esposa, mientras él se dedica a hacer otras cosas que deseaba más que ceñirse a la vida conyugal. El horror aparece cuando un androide ha descubierto que desea vivir la vida del hombre que lo ha adquirido, pues él sí aprecia de su existencia lo que el hombre no. Y para conservar esa vida que le han enseñado a disfrutar, no tendrá el menor escrúpulo en deshacerse del hombre al que estaba sustituyendo.

¿A tal grado nos habremos acostumbrado a vivir la vida que incluso un androide puede tener una mejor prespectiva de nuestro devenir, de aquello que debería vivirse y apreciarse? ¿Será que nuestro miedo a la Inteligencia Artificial (IA) se debe más a que ésta evidencie la forma defectuosa en que nosotros razonamos y pretendemos resolver problemas?

El Horror es una sensación que impregna la literatura en lo general, en tanto que nos aproximamos a los temas importantes de la existencia humana, porque son aquellos en que se ponen en juego nuestros valores. Y aproximarnos a ellos implica acercarnos a ese abismo en donde lo siniestro de las profundidades que abordan esos temas nos obliga a reflexionar en esos pozos de incertidumbre. Nada como la incertidumbre para acrecentar el horror: Poe mismo no le dio una forma definida a sus monstruos. Se trataba de miedos. No de fantasmas intangibles ni de voraces bestias sedientas de sangre. Simples miedos que constituyen parte de las obsesiones de sus personajes, de la misma forma en que para el resto de los seres humanos, nuestras fijaciones mentales juegan un papel importante -a veces imperceptible para nosotros mismos- en nuestra existencia.  Determinan nuestra conducta, las cosas que nos afectan y las decisiones que tomaremos. Nuestros miedos incluso definen la respuesta ante las situaciones que los autores literarios nos plantean: el horror depende mucho de la fertilidad de nuestra imaginación, ya que en tanto que ésta es mucho más prolífica, los horrores adquieren la forma más temible que pueden adoptar.

La ignorancia, o la falta de imaginación suele, en ocasiones, hacernos refractarios al horror: tal vez es posible que consideremos que entre menos nos hemos documentado de ello, menos sensibilidad tengamos al horror. Pero el horror mismo es parte de los mecanismos que nuestra supervivencia nos ha otorgado: ser capaces de sentir el horror alertará nuestros sentidos y nos hará capaces de buscar refugio, excepto cuando leemos: en esos momentos no deseamos otra cosa sino percibirlo, sentirlo, palparlo…

Sin embargo, además de la búsqueda de los volúmenes de Poe, Lovecraft, Robert Bloch, August Derleth, Stephen King, Guy de Maupassant, -entre otros-, el tema del horror sin duda es recurrente en la propia ciencia ficción, la novela histórica, la novela psicológica y demás géneros relativos. Queda comprender porqué la feroz crítica literaria en algunos casos suele desdeñar el horror como una forma menor de literatura, cuando en realidad forma parte de la misma, desde que en el poema más antiguo (la Epopeya de Gilgamesh), uno de sus capítulos más destacados habla, ni más ni menos, de ese horror profundo que representa imaginar lo que hay más allá de la vida, cuando el protagonista tiene esa oportunidad de saber.

Quizás en el momento en que esos misterios de nuestra existencia tengan respuesta, es probable que el género de horror tenga menos adeptos. Pero el hecho de que siga creciendo como parte de otros géneros de la literatura, y como un género en sí demuestra que, tal vez, sentimos profunda aprensión ante todo ello, porque las respuestas no llegan, no las encontramos y sólo tenemos una fatal atracción por el abismo al cual tememos… 

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2 respuestas a «Otra Perspectiva del Horror en la Literatura»
  1. Avatar de barrufet4

    Maestro, algunas veces, yo he percibido sensaciones bastante incómodas, como por ejemplo, sentirme espiado en mi propio hogar y no haber nadie, tambalearse el armario… Subir una persiana y al rato, volver a encontrármela bajada… Bueno y no sigo, porque se alargaría mucho. Solo decirle que, he sentido terror y que me ha gustado mucho su artículo. Salud, maestro.

  2. Avatar de Enid Isáis

    Mi madre siempre me dijo: «Teme a los vivos no a los espectros» definitivamente este artículo que nos escribiste maestro Paul nos pone a reflexionar sobre nuestras debilidades y miedos.

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