Reseña de «Adrenaluna» poemario de Anabel C. Huertas – La pura alegría de la imagen poética.

La seducción es un cuenco de piel
irresistible
y sabemos que cada estrella elige su suspiro
para nacer cientos de veces,
ataviada con las ondas y los vientres
de una asfixia que se inmola
hasta el beso deseado.
-Anabel C. Huertas, A tus próximas noches

Un paseo nocturno bajo la despejada noche, mientras la luna brilla fascinante iluminando el camino, cuando de pronto, -feliz hallazgo-, un pequeño libro destaca en el banco de una plaza. La ciudad y sus problemas bullen al fondo. El título del libro salta a la vista: «Adrenaluna».1

El juego de palabras ya sugiere una sonrisa. Pasar los poemas causa la sensación de que hay algo más agazapado detrás de las palabras: un portal quizá, una intuición.

Imaginario

Divago en mi imaginario alquímico.

La forma sin cuerpo de mi alma

deja ondas de agua y carne

en mi nombre susurrado.

Mi fórmula es silencio y poesía

(o, quizás, no…)

tal vez, soy solo un acto;

un humilde bestiario de estrellas

arrullando ángeles.

Un primer poema elegido al azar es ya una declaración de intenciones: esto se trata de poesía, de piel y de emociones. En unos pocos versos destaca lo pulido de la imagen poética, todo lo que no se dice, pero se intuye al fondo. La poeta nos habla directamente, captando nuestra atención de inmediato; las palabras van dibujando imágenes acariciando nuestra imaginación:

Para hablarte de luz

Para hablar de tu luz he tenido que dejar

a oscuras mis palabras.

Cruzar mi carne abierta con la hondura silenciosa

de un destello.

Hacer del aguacero un verso.

Entrar,

tumbarme al raso de tu pecho

sobre el hambre de un tiempo clandestino

donde dejo el frágil tallo de una lluvia

entre plumas de jilguero y de silencio…

y te hablo de luz.

La palabra es precisa y directa, tan directa como una flecha lanzada sin mirar. El erotismo sugerido, pero intenso, llena el espacio del poema. Va jugando con las imágenes y creando un mensaje: algo que no podría decirse de otra manera.

La curiosidad nos gana y revisamos algunos datos biográficos: Anabel C. Huerta, 1975, Barcelona. Escritora y divulgadora, galardonada en diversos certámenes de poesía y participante de antologías de relato breve, relato erótico y poesía.

La luna sigue brillando, la noche en calma ya. Absortos, saltamos a otro poema:

Tu Cuerpo

Tu cuerpo es mi herejía.

El falso testimonio del amor

disfrazado de sí mismo.

La penumbra profética.

El vientre del ocaso,

la sibila cansada

entre las ondinas del río;

donde no hay ni hubieron voces

que no sean el canto de mis islas

cuando en mí desembarcas,

– sutil mosaico de memoria-

apéndice innegable y ritual

de la carne ardiendo azul

en el camino.

Hermoso e inquietante. Erotismo que se solaza en la palabra y nos va llenando de imágenes creando una conexión a través de la lectura. Ella se dirige al ser amado (o quizá a sí misma), con las emociones desnudas y una sinceridad contundente. Los versos crean ecos en la imaginación del lector, la imagen poética nos va ganando.

Revisando datos de la autora leemos que ha publicado e ilustrado un libro de poesía zen: «Semilla de haiku para un tanka en flor» (2016), lo cual es interesante, porque ya al leer sus poemas en «Adrenaluna» se siente esa cualidad, el zen, el arte de dejarse llevar por la intuición, de fluir sin pensarlo mucho, sabiendo que de alguna manera se acertará sin dudar.

Entonces, nos dejamos llevar por otro poema más:

Mi Jaula Huérfana

He perdido las respuestas

entre un puñado de intenciones turbias.

Me doy desde cualquier lugar

a la pregunta que sostiene la acequia

desde ambos lados de lo inmenso,

y allí

imito a mi otra yo

(con un absurdo gesto)

y la invito

a hacer noche en mi jaula.

Mi madre siempre dijo “París”

con la voluptuosidad partida

en dos lágrimas iguales.

Y yo, me negaba a lo impasible

de incumplir esa luz

que me hacía oler un sueño

en su garganta.

Hoy, he perdido el claro impulso

de una promesa desigual a su idéntica

y entre una maraña de palabras

vago disipada por respuestas iguales,

temblando entre un puñado

de intencionados páramos que

desde el otro lado

desfiguran mi bruma

dejando como toda verdad…

mi jaula,

mi jaula huérfana.

Nos sumergimos en la introspección: la poeta se mira a sí misma, y nos invita a mirarnos. Hay una cualidad empática en lo que escribe, que sabe hacer resonar en quien la lee. Aunque el poema sea reflexivo, e incluso triste o nostálgico, nos llena de la pura alegría de la imagen poética. Como una piedra en un lago va haciendo ondas que nos van llegando, intuimos más que entendemos al leer, al seguir leyendo.

Revisamos otros trabajos de la poeta, vemos que es co-autora junto a la artista Irene Cruz, de un libro de edición artesanal numerada, «Hija de la Luna Nueva» (2017), un cuento poético que acompaña una serie fotográfica. Va resultando cada vez más interesante.

Nos deslizamos entre las páginas hasta otro poema que nos llama:

A tus próximas noches

La seducción es un cuenco de piel

irresistible

y sabemos que cada estrella elije su suspiro

para nacer cientos de veces,

ataviada con las ondas y los vientres

de una asfixia que se inmola

hasta el beso deseado.

Me cuesta amarte sin mi sangre.

Escribirte en mi piel a solas

sin gemir todas tus plantas y sus nombres.

Me afano y te cometo.

Se me mojan las tinieblas;

lo que nace entre mis piernas,

es la estirpe de la savia de la roca,

la gruta de lluvias donde la misma piedra

se hace en tu nombre un universo

donde escribir una huella.

Tu seducción es un verbo de carne

irresistible.

La resonancia de un lenguaje imparable,

el movimiento solemne y febril de las caderas

que nadan y surgen de las fuentes de tus dedos.

Sabemos de las partes iguales

de la desmesura.

Del equilibrio cósmico

del cuerpo estrellado.

Del gemido emplumado de la piel

donde seducirte es suspirar

para nacer, otra vez,

al principio

de las próximas muertes.

El erotismo del poema nos inunda. Es un destello continuo de imágenes poéticas que nos hace detenernos, luego de leer para irlo asimilando. La emoción es intensa: nos intriga, nos hace querer más. Y entonces:

«…Me cuesta amarte sin mi sangre.

Escribirte en mi piel a solas

sin gemir todas tus plantas y sus nombres…»

Llama mucho la atención lo precisa y a la vez entusiasta que es la utilización de imágenes poéticas. El verbo de Anabel nos llega por un camino distinto del entendimiento: lo hace de una forma más lateral, periférica. Se nota la emoción, la intensidad, el deseo. La pura alegría de la imagen poética.

Revisamos otros datos de la escritora: tiene un poemario «Ningún violín puede amarte» (Editorial Balanceo, 2018) y vemos que podemos encontrarla en X (anteriormente Twitter) como Isona Clark (@isona_ach).

Dejamos el libro en el banco mientras miramos la noche quieta. A una poeta, a cualquier escritor se le conoce más profundamente por lo que escribe que por cualquier dato que pueda conseguirse. Leer «Adrenaluna» es sumergirse en una dimensión llena de imágenes poéticas, de pura celebración de la poesía, plena de erotismo, piel y emociones. Leyendo lo más íntimo de estas letras, nos vamos descubriendo nosotros mismos.Al abrir los ojos, el libro ha desaparecido del banco. Seguramente buscando otro lector al cual llevar a su espacio poético. Decido volver a casa, reteniendo los poemas que acabo de leer, murnurando con una sonrisa: Adrenaluna.

  1. Editorial Talón de Aquiles, Marzo 2022 ↩︎
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  1. Escalofriante artículo que refleja a gritos el infierno de muchas jóvenes que no se atreven a denunciar. 👌