Murder in the Cathedral, de T. S. Eliot

Antiguamente se sabía que para evitar la acción de la justicia en ciertas situaciones, una persona podía refugiarse en un templo religioso, a modo de Santuario, pidiendo asilo. En la Edad Media, cuando el poder omnímodo de la Iglesia se enseñoreaba en la sociedad, el recurrir al templo como un refugio no sólo era infalible, por causa de que la condición de la Iglesia como asilo era inviolable, sino que también era garantía de que la misericordia de Dios alcanzaba a quien se acogía a ella.

Con el tiempo, y una vez que la Iglesia dejó de estar insertada de forma directa en el aparato gubernamental, y en vista de que sigue siendo una poderosa influencia en los Estados occidentales actuales, la costumbre del asilo se siguió respetando de algún modo. Sin embargo, en algunos momentos históricos el asilo fue roto por poderosas razones políticas. 

Imaginen ustedes que, inclusive, por dentro de uno mismo, aún cuando alguien haya alcanzado el santuario, por dentro no existe ni la paz, ni la seguridad, ni la calma como para que la Iglesia constituya un refugio: en las catedrales góticas, el significado de las gárgolas y monstruos en los frontispicios y exteriores del templo es la de simbolizar el momento en que, al entrar a la Iglesia, todos esos monstruos quedan atrás. Pero algunos no dejan a sus monstruos fuera, sino que los llevan consigo.

Esta paradoja poética de saber que no estamos seguros ni siquiera en la santidad de un templo no podía ser sino tentadora para uno de los grandes poetas norteamericanos: Thomas Stearns Eliot.

The Wasteland, una de sus obras cumbres, está compuesta en estancias que sorprenden por la multitud polifónica de voces que desafían el «yo poético» tradicional, llevándonos a comprender que en realidad el poeta habla con muchas voces, porque Eliot habla con la voz del drama para hacer poesía. El oficio dramatúrgico es patente en la potencia de sus dichos en La Tierra Baldía, y en el poder evocador de sus metáforas:

(…)«Your shadow at morning striding behind you

Or your shadow at evening rising to meet you;

I will show you fear in a handful of dust».

[(…) «Tu sombra por la mañana camina tras de ti,

o tu sombra por la tarde se yergue para enfrentarte;

te mostraré el miedo en un puñado de polvo».(…)] 1

Voz inequívoca del Decadentismo, y aún a la espera de una interpretación precisa de The Wasteland, no es de esa obra de la que hablaremos, sino de Murder In the Cathedral (Asesinato en la Catedral), pues dicho drama tiene aún mucho qué decirnos en este siglo XXI, donde parapetarse tras la actitud política y socialmente correcta entraña también una serie de riesgos que impiden que uno se sienta tranquilo y seguro tras la actitud aparentemente adecuada…

Tomando de la edición de Fernando Gutiérrez y José Ma. Valverde2 la información biográfica del Santo Thomas Becket (protagonista de este drama), se sabe que acumuló en sus espaldas un gran poder político al servicio de Enrique II Plantagenet en 1158, que fue nombrado Arzobispo de Canterbury, y que aún con la confianza de la Corona Británica, regresó del Concilio de Tours en 1163 a requerir la devolución de las enajenaciones de bienes eclesiásticos que había ejecutado la realeza de Inglaterra. A Enrique II le desagradó esa lealtad a Roma de parte de Becket, a quien él mismo había favorecido para encumbrarse como Arzobispo, y por su negativa a someterse a la justicia real. Por ello, ordena su asesinato, aunque después el propio Enrique II terminaría sometiéndose después a la voluntad del Papa, y a no promulgar más leyes contra el clero.

Becket, por otra parte, y debido a su sacrificio en pro de la Fe, se convierte en santo en 1173, y se le honra en el día 29 de diciembre.

Así se describiría de forma sucinta la relevancia de este  personaje histórico, sujeto a los avatares políticos de una época y una nación  en donde los términos religiosos siempre fueron difíciles entonces, (y después, por la aparición del Anglicanismo). Sin embargo, en la perspectiva del drama de Stearns Eliot, la figura de Becket se agiganta cuando nos lo presenta en un drama en verso, y donde más que personajes reales, la ambientación y narración a cargo de un Coro de Mujeres de Canterbury nos contará en forma épica el camino al martirio de Becket, y donde aparecen con forma aparentemente humana los Tentadores. La obra de Thomas Stearns Eliot es una re-interpretación poética del asesinato de Becket.

Los Tentadores, de los cuales no se nos habla de cómo son (lo cual es para mí un acierto de Eliot, pues permite interpretarlos a gusto de un posible director escénico que quiera hacer representar esta obra), son personajes de quienes se sabe por su discurso que intentan que Becket renuncie a su inmolación por diversas causas: el poder, la alianza por conveniencia, la humildad…

Uno podría pensar que la tentación para un Santo o futuro Santo debería ser en presentándole a este los placeres de la Tierra. Sin embargo, en tanto que Thomas Becket está convencido de la justeza de su causa, lo que hacen los Tentadores es buscar que renuncie al martirio, en pro de buscar una moderación, un acuerdo, un trato… Que renuncie al premio divino al convertirse en Santo, y que es necesario para que realmente triunfe la causa de Becket. El negocio político, el acuerdo, vienen a ser indignos y demasiado humanos para el triunfo de ese objetivo.

Viene a ser el cuarto Tentador quien logra descolocar a Becket:

(…) Tempter: Yes, Thomas, yes: You have thought of that too.

What can compare with glory of Saints

Dwelling forever in presence of God? (…)

Seek the way of martyrdom, make yourself the lowest

On Earth, to be high in Heaven.

And see far off below tou, where the gulf is fixed,

Your prosecutors in timeless torment,

Parched Passion, beyond expiation. (…)3

Y el gran conflicto está planteado: convertirse en Santo, para tener una gloria que sólo supera Dios; para tener autoridad y ver consumirse a los enemigos de la Fe en el Abismo. En suma: convertirse en Santo por las razones equivocadas, que son sentir orgullo y soberbia por serlo.

De una manera sutil, Eliot introduce el tema de la caída del Ángel Rebelde por la Soberbia:  la Santidad se convierte en un pecado. Y al igual que en The Wasteland, el miedo de que suele hablar Eliot, y que inunda el alma de Becket como personaje de este drama puede ser la salvación, al hacerle dudar de proseguir con su martirio por las razones equivocadas. Ese miedo, tan presente en la obra de Eliot, que es razón motora y deidad maldita inalcanzable que determina el comportamiento del futuro Santo.

Por supuesto, el drama continúa. Sin embargo, la reflexión con que inicié se termina aquí añadiendo que ese mismo miedo que rezuman muchas personas de nuestras jóvenes generaciones actuales, refugiándose en la condena y juicio de los demás, pareciera que no han comprendido bien este drama: entre más orgulloso se sienta uno por estar del lado correcto de la historia, es probable que sea porque se siente más miedo de no estar en lo correcto, y que la única auto-afirmación sea el reaccionar con la condena y el oprobio hacia los demás, indignos de ser tan virtuosos como uno se cree que lo es. Valga esto también para quienes dentro de su religiosidad pretenden enjuiciar a los que no son como ellos. La Santidad, a veces, puede ser causa de condenación, si es que se ha olvidado la humildad que pregonaba un tal Jesús. No podemos sentirnos seguros en el Santuario en que nos refugiamos, si llevamos nuestros demonios en el interior…

  1. Texto de The Wasteland: https://www.poetryfoundation.org/poems/47311/the-waste-land ↩︎
  2. ELIOT, T. S.; Asesinato en la Catedral; Trad. Al Esp. de Fernando Gutiérrez y José Ma. Valverde; 1997, Ediciones Encuentro; Col. Literaria, No. 28;  Madrid, España. ↩︎
  3. Tentador: Sí, Tomás, sí: también habéis pensado en esto.
    ¿Qué puede compararse con la gloria de los santos
    que para siempre permanecen en presencia de Dios? (…)
    Buscad el camino del martirio, humillaos cuanto podáis en esta tierra,
    Y mirad debajo de vos, donde está fijado el abismo,
    a vuestros perseguidores sufriendo eternos tormentos,
    Pasión consumida, más allá de toda expiación (…)
    de
    ELIOT, T. S.; Murder un the Cathedral; Harvest/HBJ Publishers; Wd;
    San Diego, New York, London, p. 38
    ↩︎
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