
Cuando vamos estudiando y aprendiendo sobre elementos y artefactos narrativos que podemos usar siempre surgen dos que son muy populares y que parecen contradictorios. Chejov decía “Si muestras una pistola en el primer acto, deberías dispararla en el segundo o tercer acto, o no debería estar allí”, lo cual quiere decir que elimines todo lo que es superfluo y distractor de tu narración.
No abras tramas que no vas a cerrar, no hagas promesas que no vas a cumplir, no dejes elementos flotando por allí innecesariamente. Es un buen consejo: a veces comenzamos a escribir y simplemente vamos poniendo ideas. Y de repente la narración se va por otro lado, y hasta quince capítulos después no recordamos que la amiga del protagonista quería viajar al hostil pueblo vecino para conseguir tartaletas de fresa (una idea que nos pareció interesante en su momento y que olvidamos, pero que en la trama queda como una pistola exhibida en el primer acto). Y ahora no sabemos bien cómo resolver eso: si eliminarla del todo, o bien integrarla en nuestra trama principal, o pretender que nunca existió (pero alguien se va a dar cuenta, seguramente).
Así que sí, debemos estar siempre pendientes de que estamos mostrando al lector, qué tramas estamos abriendo, qué promesas estamos haciendo. Toca releer una y otra vez para ir dejando sólo las pistolas que efectivamente necesitaremos disparar en algún punto de la trama, quitando las otras que estorban.
El Arenque Rojo (Red Herring), por otro lado, es la técnica narrativa que permite introducir pistas falsas y manipular al lector para creer ciertas cosas que luego se revelan falsas o irrelevantes. Hay que tener mucho cuidado al implementarlo porque al lector no le gusta ser tomado por tonto, así que la revelación verdadera que descarta el Arenque Rojo debe ser lo suficientemente impactante para que sea satisfactoria. El lector no debe pensar: «¡Perdí mi tiempo con esto!», sino: «¡Qué impactante revelación!».
Es complicado crear un Red Herring efectivo: podrías sembrar dudas con pistas falsas, sospechas plausibles, incluso con una introducción que te hace pensar que estás en un tipo de historia y luego cambias a otra completamente distinta. Por ejemplo, comienzas con una escena bucólicamente romántica en un bosque con una hermosa mujer y un joven galán, donde todo indica una novela romántica clásica; y de pronto, un ejército de vampiros desaforados pasan arrasando todo, con ojos inyectados en sangre y los devoran en el camino.
Es un cambio fuerte, pero escribiéndolo bien podría pasar. Requiere práctica, requiere técnica y paciencia, pero es posible. Ahora bien: en principio, el Arenque Rojo parece contradictorio con la Pistola de Chéjov. Vamos a pasar parte de la trama pendientes de algo que luego se revelará irrelevante o falso. Son artefactos narrativos que parecen anularse uno al otro, porque: o bien muestras algo que va a ser importante luego; o bien muestras algo falso que parece relevante pero no lo es.
La contradicción es sólo aparente. Si nos empeñamos, podemos cazar el arenque rojo con la pistola de Chéjov. Es cuestión de afinar la puntería mientras escribimos. Una manera de ello es plantar dos pistolas al inicio del relato: una de fogueo y una con balas. La pistola real está allí, escondida a plena vista. Hacemos todo el viaje con la pistola de fogueo, lanzamos el arenque rojo en el estanque, el lector nos acompaña intrigado, involucrándose a cada paso, emocionado. En la escena final se revela que la pistola que llevamos es de fogueo. Todo parece perdido, pero recordamos casualmente que existe otra pistola allí a plena vista, así que la tomamos, disparamos y cazamos el arenque rojo. Si lo hemos hecho bien, el lector estupefacto no tendrá más remedio que aplaudirnos, incluso enojado.
Tenemos montones de elementos y artefactos narrativos que podemos aprovechar: estos dos siempre me han fascinado por su contradicción aparente y por lo efectivos que pueden ser. Son tan sencillos, que es muy fácil usarlos mal y a destiempo. Pero cuando los usamos bien podemos construir un texto cercano a la más fina artesanía. Sólo hay que estudiarlos lo suficiente y no tener miedo de combinar, experimentar, intentar. Y de vez en cuando, si nos lo proponemos, podemos cazar un arenque rojo con la pistola de Chéjov…
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