La Peligrosa Ingenuidad del Perdón: El Diablo, de Giovanni Papini


«La plus belle des ruses du diable est de vous persuader qu’il n’existe pas».1
Charles Baudelaire-

Probablemente al italiano Giovanni Papini se le comprenda mal con aquella audaz idea que propuso en su libro El Diablo, la que causa aún escozor a la curia católica (como bien pude apreciar en algún momento en que se lo pregunté a un sacerdote): la posibilidad de que los católicos perdonen al Diablo.

Sin embargo, es verdad que la idea reviste una gran cantidad de riesgos para los detractores de la Iglesia (llámense Satanistas o no), y para los propios defensores de la misma: se trata de una ocurrencia que puede trastornar el orden conocido para unos y para otros. Y en tanto que concepto proveniente de la religión, aceptar dicha posibilidad o no entraña un cambio en el pensamiento de una buena e importante cantidad de personas en esta sociedad occidental, donde pese a las circunstancias geopolíticas actuales, el catolicismo sigue siendo uno de los cultos más profesados para la mayoría de la población de la civilización occidental.

Se considera que desde los Evangelios, el perdón es una noción que significa que se ha cancelado una deuda. A través del sacrificio de Cristo en la cruz, Dios les ofrece perdón a todos los creyentes. Como Él nos ha perdonado, nos pide que también perdonemos a otros.  «Perdona nuestras ofensas así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden», reza una de las oraciones más conocidas del catolicismo.

Sin embargo, considerar que se ha cancelado una deuda con el Diablo, implica que él le debe algo a alguien. Acaso todo el mal que ha hecho a la humanidad es algo que nos adeuda a los seres humanos, y la idea de Papini de perdonar al Diablo es como en el caso de aquellos deudores a quienes se les condona el adeudo con el fin de no tener más problemas. Mas eso a Papini no termina de constarle:

«(…) Sabemos que en nosotros en muy común y fuerte la repugnancia, -mejor la repulsión-, a reconocer nuestras culpas y aceptar nuestras responsabilidades. Gusta inmensamente a todos, a cristianos y no cristiano, dar el «mea culpa» en el pecho de otros (…)».2

De una manera razonable, sencilla y lógica, Papini da con el quid de una situación sumamente espinosa: ¿viene de Satanás todo el mal? Papini repasa el papel de chivo expiatorio que ha cumplido el Diablo para todos los creyentes, quienes al fallar con un deber religioso, que bien puede ser una «manda» o promesa a cumplir autoimpuesta, una penitencia, un mandamiento, etc., suelen responsabilizar al Príncipe de las Tinieblas de dichas fallas. Papini cuestiona esta actitud, razonando que los seres humanos somos responsables de nuestros actos (lo cual, por supuesto, no deja de ser sino una verdad: al menos, aquí en la Tierra, somos quienes debemos responder de nuestras acciones).

(…) «El que atribuye la responsabilidad de todos los pecados al Diablo hace de éste, aún sin quererlo, un ser omnipotente, o sea otro Dios».(…)3

Aún el propio Papini intenta hacer ver que esta idea de perdonar al Diablo resulta ser parte de la propia esencia de Dios, ya que «(…)ellos -refiriéndose a los cristianos en general- piensan que un Dios, verdaderamente Padre, no puede torturar eternamente a sus hijos, y sostienen que un Dios, todo amor, como nos lo presenta el mismo Cristo, no puede negar eternamente su perdón ni siquiera a los más impenitentes rebeldes (…)»4; pero al hablar de la posibilidad de que la Humanidad deje de atribuir sus fallas a la intervención del Maligno equivale a la cancelación de una de las funciones de la institución de la Iglesia. El binomio Dios-Diablo resulta no sólo indivisible como parte de un planteamiento de lucha que supone el catolicismos que se debe librar para lograr la victoria representada por estos dos polos: si queremos plantearlo desde la simbolización, los seres humanos representan en esa lucha la suya propia: sus instintos frente a sus conceptos ideales, sus buenas intenciones frente a los malos deseos para con otros, en fin. Este binomio de Dios y el Diablo también resulta ser la razón de la supervivencia de la Iglesia misma en la justificación de su misión. Y Papini pretende, sin más, en un acto de magia que constituye el perdón, arrebatarle a la Iglesia su razón más importante de ser: habrá necesidad de Iglesia, perdón, purificación, penitencia, rezo y consuelo en tanto haya algo a lo cual perdonar, algo que se tenga que purificar, algo de lo que se requiera consolar en tanto que exista. Pero una vez eliminado el Diablo, quedamos nosotros a la merced de nuestra propia responsabilidad, porque ya no hay nadie a quien culpar. La paradoja de Papini nos remite a considerar algo importante: de nosotros puede provenir todo perdón, toda voluntad de hacer las cosas… Pero nos negamos a hacerlo, en tanto exista algo a lo que podamos responsabilizar de nuestra inacción o nuestros errores. 

Lo curioso es que quien hace el mal con la plena convicción de hacerlo, rehúsa pensar en el tema del perdón, porque sabe que no lo tiene. Y no lo necesita. Para tales individuos, el Mal en sí tiene su propia recompensa. Y tan conscientes están de que es su responsabilidad, que prefieren justificarlo y en lugar de invocar a un Satanás que lo ayude, ¡invocan al propio Dios para que les favorezca, y hasta convocan a aquellos ejemplares del Santoral que se supone que pueden ayudarles en su cometido! Es así como en México el culto a San Judas Tadeo (patrón de los Imposibles) y la Santa Muerte han cobrado tanta importancia en los últimos años, considerando que son entidades a las cuales se acude para tener fortuna en los asuntos en que se expone la vida, como el sicariato, el robo, el tráfico de sustancias… Y, en realidad, aunque en ese ambiente supongo que hay de todo, escucho en muy pocas veces que haya criminales que se acojan a la protección de Satán. Acaso porque los mismos facinerosos saben que nada escapa a la voluntad del Altísimo. «(…)Si Dios es autor y legislador de todo, si nada es posible y presumible fuera de su voluntad y de su ley, tentados estamos de concluir que Él tiene su buena parte de responsabilidad en cuanto sucede a sus criaturas. las ha creado de un modo dado, las ha puesto en una realidad creada por Él donde todo es posible, y por eso, en Él está la causa y principio de todas las cosas por admirables o terribles que sean (…)».5

He iniciado hablando de que esta sencilla idea que motiva unas de las páginas más condenadas por el Catolicismo no es positiva para la Iglesia, pero tampoco para quienes cultivan la imagen de Satán como el opositor: si nosotros apreciamos cuán poco poder le concede Papini, incluso manifestando piedad por él, y no como un auténtico rival de Dios, sino caracterizándolo como una figura infelizmente condenada desde el principio de los tiempos, y a la cual se le han atribuido cosas que, habiendo sido en un principio admiradas por considerarse atrevimientos contra Dios, su acérrimo rival, terminan por ser justificadas por la pluma de Papini como la propia negativa de los humanos por reconocer sus fallas. Quienes admiran en ello el mito erigido detrás de la figura de Satán, ¿podrían admirarle aún después de haberlo visto caracterizado de este modo?

Giovanni Papini
Giovanni Papini

El propio Papini habla de que la grandeza del perdón radica en el amor. El perdonar una deuda, sin embargo, también habla de que uno se considera en superioridad con relación a un deudor. Tanto, como para condonarle su deuda. El perdón de la cristiandad a Satanás adquiere otro relieve: es una prueba de que la humanidad se sentiría en una posición de privilegio desde la cual considera que puede otorgar un bien a este Diablo, a este Príncipe del Mundo, a este Opositor… ¿Podría en tal caso aquél de quien se dice que perdió el Cielo por su soberbia admitir este perdón? ¿Le interesaría? Lo dudo, francamente. Si a un ser humano le queda claro cuando hace el mal, independientemente de sus justificaciones, yo calculo en verdad que a un ser a quien se le atribuyen grandes poderes menos puede necesitarlo.

De modo que, en esta recomendación de lectura, ustedes se darán cuenta porqué el libro no es bienvenido ni por los católicos, pero tampoco por quienes militan en el otro lado. Quizás si ustedes decidieran asumir esta lectura como una manifestación más de ateísmo, encontrarían en la postura de Papini, no obstante, un candor y apasionamiento en torno a la función liberadora del perdón. Pero siempre resulta ser que dicho perdón podría resultar peligroso por causa de la soberbia que lleva implícito dicho perdón, que autoriza a colocarse por encima de los otros sobre quienes consideras tener un ascendiente por una supuesta deuda que tienen contigo. Un perdón envenenado por el orgullo, que, a pesar de todo, sigue siendo una duda angustiosa para muchas personas en un mundo globalizado en el que estas ideas circulan con la velocidad de la luz, y han logrado debilitar el edificio de las creencias antiguas, trayendo consigo la angustia de la incertidumbre. Una angustia como la que expresa en El Libro Negro, donde en una de sus narraciones, planteando la posibilidad de que en el Cielo se produjera una rebelión en donde se pretende que Dios le otorgue el perdón a los parientes y relativos de los elegidos que se encuentran en el Infierno, se produce un silencio atroz.

«(…)Concede, Señor, que también en una segunda vida pueda obrar la comunión de los santos. Nosotros, que por tu Benignidad estamos seguros de la Luz Eterna, nos ofrecemos a Ti, hasta que Tú quieras, para ocupar el puesto de nuestros hermanos desesperados, que desde hace tanto tiempo sufren en las tinieblas eternas.

En el Empíreo habían cesado los cánticos; resonaban ahora los gemidos y las imploraciones: los ángeles, estupefacos y conmovidos, callaban, clavando sus miradas en el Eterno. Pero Dios oía y seguía callando (…)»6

Acaso este silencio sepulcral ante esta propuesta no sea sino una expresión angustiosa de nuestras propias dudas sobre ello. O si sólo sea el lógico silencio ante lo que no puede comprobarse. Como quiera que sea, parece que el silencio es poca respuesta para dudas tan serias…

  1. «La mayor astucia del diablo es persuadirte de que no que existe». ↩︎
  2. PAPINI, Giovanni; El Diablo; Trad. al esp. de Ruiz de Peñalver; Ed. Época, 1991; Méx. CDMX; p. 254 «¿Viene de Satanás todo el mal?» . ↩︎
  3. Op. Cit., p. 255. ↩︎
  4. Op. Cit., p. 61 «¿Quién es el Verdadero responsable de la caída de Satanás» ↩︎
  5. Op. Cit. p. 61 ↩︎
  6. PAPINI, Giovanni; OBRAS (Tomo I: Autobiografía, Narraciones, Poesía Varia), El Libro Negro; Trad. AL Esp. de Antonio de Ben y José Miguel Velloso; Ed. Aguilar, 1962; Madrid, España; «Noticias del Más Allá», p. 680.  ↩︎

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2 respuestas a «La Peligrosa Ingenuidad del Perdón: El Diablo, de Giovanni Papini»
  1. Avatar de barrufet4

    Sin la menor duda, un tema bastante apasionante como a la vez, eternamente inquietante. 👏👏👏

    1. Avatar de Viktoria Yocarri

      «¿Viene de Satanás todo mal?» La eterna dualidad, luz y sombra. Muchas gracias por esta disertación.

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