La humanidad ha estado escribiendo desde hace miles de años, pero no siempre los escritos se han firmado, ni se han reclamado como salidos del ingenio y talento de una persona. Debió ser un momento interesante, un eje de cambio en la manera de entender lo escrito y un punto de inflexión en la literatura. En algún momento la poesía (la más arcana forma de literatura) fue hablada, conversada, reverenciada como magia primigenia. Luego fue escrita. Le pertenecía a todos, a la comunidad que podía identificarse. Y entonces, gracias a una mujer notable, comenzaron a existir «autores». Alguien dio un primer paso en la atribución de un texto escrito. Veamos:
La historia de los Sumerios está llena de «primer…», porque es de las civilizaciones más antiguas de que tenemos constancia (quizá existieron otras antes, pero no lo sabemos, porque no hay testimonio de ellas). Así que el primer imperio fue el Imperio Acadio, gobernado por Sargón El Grande (no era su nombre de nacimiento, es un nombre adoptado, significa «Rey Verdadero» -allí ya se ven las intenciones-) cuya historia es muy parecida al mito de Moisés y otros posteriores.
En todo caso, como Sargón debía unir ciudades tan dispares cada una con sus tradiciones y religión, parecidas pero no iguales, en un movimiento político audaz nombró a su hija Sacerdotisa del Templo de Nannar, dios principal de la religión mesopotámica, en la ciudad de Ur. Para ese cargo ella adopta un nuevo nombre (desconocemos el nombre de nacimiento. en varias civilizaciones antiguas se cambiaban el nombre con diversas excusas, lo que encuentro encantador y conveniente), por el que sería conocida en la posteridad: Enheduanna.
Nacida probablemente en el año 2285 antes de Cristo, su nombre podría significar «Ornamento del Cielo». Es la primera mujer que la historia recuerda (antes de eso sabemos de reyes, príncipes y poco más), la primera persona en firmar sus obras (por lo tanto, inaugura la literatura escrita, se convierte en la primera autora que conocemos), la primera en intentar ordenar y darle forma a una teología y la primera cronista, pues escribió la historia de la subida de su padre Sargón al poder (como siglos después haría otra mujer notable, Ana Comneno, con La Alexiada, sobre el reinado de su padre Alejo I Comneno. Obra fascinante que todo amante de la historia debería revisar).
En esos tiempos ya se había creado la escritura cuneiforme, pero escribir se usaba para contabilidad, para transacciones comerciales, cartas entre reyes (porque era complicado, claro, escribir en tabletas de arcilla); en ese entonces no se escribía por gusto, sino por necesidad. La literatura, la poesía, se recitaba y dependía de una buena memoria.
Para unificar las ciudades bajo el mandato de Sargón, Enheduanna quiso que los himnos, cantos y poemas sacros fueran todos iguales. Una misma religión, un mismo pueblo, un sólo soberano. Para asegurarse de eso comenzó a escribirlos para que se copiaran y existieran los mismos en todos los templos, porque la memoria, por buena que fuera, era falible y eso lo sabía muy bien. Al ir integrando y organizando la teología de la religión sumeria hizo gala de gran imaginación. Quizá por eso comienza a tomar relevancia la figura de Inanna, la hija de Nannar. Diosa de la Guerra y del Amor (pero no del Matrimonio, eso lo resaltaban siempre) que sirve de molde y modelo de todas las grandes diosas de la mitología. Lilith, Ishtar, Astarté, Venus, Afrodita… Enheduanna explica en sus escritos como se relacionaban los dioses unos con otros, como funcionaban como entidades benevolentes. También los humaniza, creando mitología. Para algunos ella compara a Sargón con Nannar y a sí misma con Inanna. Lo cierto es que inserta imaginación donde sólo había un desorden de leyes y tradiciones. Tenemos constancia de su existencia, tenemos su obra escrita, sus sellos, su firma (algo que parece que escandalizó a mucha gente, -eso de firmar sus obras como propias-). Sabemos que ejerció su cargo durante el reinado de su padre Sargón, de su hermano Rimush, que fue expulsada durante un golpe de estado a su familia y que vuelve a ejercer de Sacerdotisa con el reinado de su sobrino Naram-Sin, del que además parece que era consejera. Escribió una Exaltación a Inanna donde narra su exilio, se usa la poesía para pedir intercesión de la diosa y se vislumbra el clima político y social de la época.
El poema se titulaba en sumerio Nin-me-shár-ra y fue traducido en 1968 por Hallo y van Dijk, y de allí a diversos idiomas, a lo largo de los años. Un fragmento:
Has dicho tu sagrado mandato sobre la ciudad
que no ha declarado:
«Esta tierra es tuya,»
que no ha declarado:
«Le pertenece a tu padre y al padre de tu padre,»
y tú has bloqueado su paso hacia tí,
tu has alzado tu pie y abandonado
su granero de la fertilidad.
Las mujeres de la ciudad ya no hablan de amor
con sus maridos.
Por las noches ellos no hacen el amor.
Ya no están desnudas delante de ellos,
revelando íntimos tesoros.
Gran hija de Suen,
impetuosa vaca salvaje, suprema señora comandante de An,
¿quién se atreve a no venerarte?1
A pesar de que durante la larga historia humana su figura se ha opacado por momentos, sus escritos perduraron, se copiaron, se extendieron. Su estilo influyó en toda la literatura concebida posteriormente, de Homero al Antiguo Testamento. E indirectamente quizá influye hasta hoy.
Así fue Enheduanna, la primera escritora, la autora original. Su legado es la literatura escrita, la crónica y la poesía.
Cada vez que escribimos, que afirmamos una voz poética, un yo narrativo, Enheduanna, junto a Inanna, sonríe complacida.
Fuente: «Ella habla, las ciudades se derrumban. Enheduanna» por Paco Moreno Valentín y Laura Rochera Arnal, Editorial Espinas, 2024.
- Traducción al castellano de la edición en inglés de «The World’s Oldest Literature: Studies in Sumerian Belles-Lettres» por William W. Hallo ↩︎
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